Las constituciones son una respuesta a los grandes dramas nacionales inmediatos. Junto a la crisis ambiental, social y de género, la centralización ha sido una preocupación crucial. Se tradujo en dependencia política, económica, administrativa y financiera de las regiones que impide la constitución de una comunidad política real, condición imprescindible para concordar un proyecto económico y social.
La ausencia de reales regiones contribuye al estancamiento de la productividad y del crecimiento del país. Le preocupa la fragmentación política (multiplicación de los partidos) que se vería fortalecida por la fragmentación territorial. No ayudó mucho el hipercentralismo y el hiperpresidencialismo a enfrentar la fragmentación. La CC busca nuevos caminos, una Constitución democráticamente elaborada, un sistema político que compatibiliza el presidencialismo (atenuado) con la promoción de la colaboración con el Congreso, el establecimiento de una cámara política concentrada en la decisión legislativa y un Consejo Territorial preocupado de las regiones, nunca bien atendidas por el Senado.
Preocupa a Arellano la multiplicación de los órganos regionales; no obstante, lo propuesto es un gobernador y un Consejo Regional que ya existen, pero amplían sus facultades (no legislativas) y un Consejo de Gobernaciones, que ya existe informalmente y promueve la colaboración entre regiones.
Su preocupación principal es la descentralización fiscal. ¿Cabe esa preocupación? Lo que se propone es mayor autonomía en el manejo del presupuesto, fundamentalmente definido en la ley; atribuciones para crear contribuciones y tasas, “previa autorización de la ley”, y que como las municipalidades puedan crear empresas públicas y endeudarse hasta en un 2% de los ingresos anuales.
Si bien “el diablo está en los detalles”, la deliberación apunta en la dirección correcta. (El Mercurio Cartas)
Eugenio Rivera Urrutia
Fundación Chile 21 y Casa Común