Chile: la fuerza de su institucionalidad

Chile: la fuerza de su institucionalidad

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América Latina vive momentos complejos, viejos temas se reactivan y ponen a prueba la institucionalidad multilateral regional así como la calidad de la democracia. Las elecciones hondureñas celebradas el 26 de noviembre dieron lugar a sucesivos recuentos y reclamos que persisten, incluida la reciente recomendación del Secretario General de la OEA de realizar nuevos escrutinios. Perú está remecido por una crisis política en cuyo centro está la relación entre negocios privados y responsabilidades públicas que involucra al propio presidente. Bolivia se encamina hacia un proceso electoral en el que el oficialismo intenta desconocer los resultados del referéndum que a inicios de 2016 rechazó la reelección presidencial.  En Venezuela la crisis persiste y sus ecos han  neutralizado el accionar de la mayoría de los organismos multilaterales regionales.

Cada país debe construir la mejor forma de resolver sus desafíos; corresponde a los demás respetar esa soberanía. Asimismo, también corresponde acudir y cooperar en lo que cada país solicite a la comunidad internacional. Esta cooperación es permanente en muchos casos, pero se debe acentuar si se requiere en momentos de emergencias.

En este contexto, los chilenos hemos concluido nuestro proceso electoral. A pocas horas de cerradas las urnas, el resultado era difundido con transparencia y credibilidad. Los ganadores celebraron, los que perdieron reconocieron su condición. Entre el cierre de las urnas y la proclamación del resultado universalmente aceptado, transcurrieron tres horas. La Presidenta Bachelet llamó al presidente electo para iniciar la necesaria coordinación.

No todo es perfecto; el nivel de participación es muy bajo, millones de chilenos no se involucran en la decisión de su futuro. Las elites políticas sufren un fuerte deterioro de su legitimidad. La inmensa mayoría es muy celosa de sus derechos, pero el compromiso con sus obligaciones no es el mismo. Mas la institucionalidad funciona. Miles de ciudadanos integraron las mesas de escrutinio, no designados por partidos sino seleccionados por la autoridad electoral. Miles de soldados y policías proporcionaron el debido marco de seguridad. Terminada la hora de votación, los escrutinios fueron públicos y los medios de comunicación con fluidez dieron a conocer los resultados.

Hace mucho tiempo, un alto diplomático que conoce bien a América Latina y a nosotros me dijo: “el mejor producto de exportación de Chile es su institucionalidad”. En su opinión no era el vino, ni los salmones ni el cobre, ni menos los seguros privados de salud o de previsión. “Chile tiene instituciones” me señaló, y me sugirió que esa debería ser la principal orientación de nuestra cooperación en la región, con modestia, sin estridencias, pero con continuidad y voluntad.

Se inicia un proceso de transición, emergerá un nuevo escenario, el futuro será dinámico. Tendremos un nuevo gobierno, un nuevo Congreso, un nuevo mapa de fuerzas políticas. Pero seguiremos contando con un mecanismo regulado para dirimir nuestras preferencias y elegir a nuestras autoridades.

Eso sí, debemos preguntarnos por qué  a tantos les importa tan poco quiénes son sus representantes, e intentar cerrar esa brecha. Ello supone reconocer otra institucionalidad que hemos construido: aquella  que resguarda la inclusión, la igualdad de derechos, la equidad social, étnica, regional, de género y de capacidades. Todos somos Chile. (La Tercera)

Gabriel Gaspar

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