Las posibilidades de desarrollo económico y social son limitadas, la inversión es tímida —el Banco Central informó que nuevamente tuvo un retroceso en 2024, con una caída anual de 1,4%— y la esperanza de crecimiento es débil. De no hacer ningún cambio, Chile tendrá otra década creciendo en torno al 1,8%.
Por otra parte, el sistema de salud no da abasto y al primer semestre del año pasado, la deuda hospitalaria alcanzaba los $112 mil millones, un alza de 147% en comparación con el mismo período del año anterior, mientras millones de chilenos están en listas de espera interminables. En educación —según estadísticas de la prueba PISA—, desde el año 2006, cerca de la mitad de los estudiantes no consigue el nivel mínimo de competencia en matemática y, aproximadamente, un tercio en lectura, lo que nos deja rezagados respecto de una buena parte del mundo. Para coronar, nos enfrentamos a niveles de inseguridad que atentan contra lo más preciado del ser humano: la libertad.
Como país estamos despilfarrando el esfuerzo de millones de chilenos que todos los días trabajan por sus familias y un mejor país. Nos estamos farreando la posibilidad del desarrollo y progreso social por estar atrapados en la burocracia, la mediocridad, la ineficiencia, el crimen organizado y las descoordinaciones y rencillas políticas.
¡Un cambio de rumbo es urgente! Necesitamos generar las condiciones para destrabar todo nuestro potencial. Chile cuenta con los recursos, las capacidades y el talento para brillar, pero requiere liderazgo y decisión para recuperar la confianza, atraer inversión y volver a crecer.
En momentos como estos, se extrañan gestos de liderazgo, esos héroes capaces de influir y “hacer la diferencia”. Aquellos que están dispuestos a sacrificar proyectos personales y a posponer sueños individuales en favor de iniciativas colectivas que prioricen a Chile por encima de todo.
De cara a las próximas elecciones parlamentarias, se nos presenta una oportunidad única para este cambio de rumbo, para recuperar la senda del progreso, potenciar la esperanza y volver a mirar el futuro con optimismo. Los estudios y análisis son claros: los resultados de las recientes elecciones municipales demostraron que lo mejor para Chile es que las fuerzas políticas que creen en el Estado de Derecho y la libertad de emprender —y que entienden el imprescindible rol del sector privado— se unan en una lista única y logren un resultado que permita construir una hoja de ruta para el futuro del país.
Es hora de dejar de lado los intereses individuales y trabajar con generosidad y visión de futuro para lograr un gran acuerdo que priorice a Chile, su gente y el futuro de nuestros hijos.
Sanar y reactivar a Chile es una tarea inaplazable y es de responsabilidad compartida. Una vez que logremos encauzar al país en una dirección coherente, estable y prometedora, tendremos la oportunidad y el espacio para el desarrollo y consolidación de proyectos políticos diversos, y para la sana discrepancia y competencia entre aquellas coaliciones que comparten una filosofía basal, pero discrepan en estilo, en implementación y en la “letra chica”.
Es hora de actuar, coordinarse, pensar con generosidad y juntos construir el Chile que soñamos. Chile se merece esta oportunidad. (El Mercurio)
Sebastián Ibáñez Atkinson
Empresario