Comienzo sumándome al agradecimiento expresado por Pedro Pablo Kuczynski al gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet por el valioso apoyo prestado al Perú en las difíciles circunstancias que atraviesa -intensas lluvias e inundaciones que en el norte y centro del país siguen causando víctimas, miles de damnificados y daños materiales incalculables. Es importante señalar que, así como cuando el Perú recibió el pedido para ayudar con sus brigadas de lucha contra incendios forestales en el sur de Chile hace solo unas semanas, la respuesta en este caso fue también inmediata, decidida, y por demás generosa.
He sido testigo privilegiado de la excelencia que demuestran en sus tareas las instituciones involucradas en la gestión de desastres y de la precisa coordinación que existe entre ellas -Onemi, Interior, Defensa, cancillería, etc. – y con sus pares peruanas, a las que se suman la Iglesia y la Cruz Roja, entre otras organizaciones cuya solidaridad resulta elogiable. Cabe ahora reflexionar sobre los desafíos que traen estos desastres que de forma cada vez más imprevista, frecuente y con consecuencias más devastadoras, se suceden en la región.
Nuestra integración en este contexto no se basa en una idea o estrategia común -como el exitoso caso de la Alianza del Pacífico, ahora bastión de la apertura y liberalización comercial en el continente y en todo el Asia Pacífico- ni en una diplomacia que responde a la reciprocidad. Esta nueva forma de integración cooperativa parte de la urgencia para ser más eficientes en el empleo de los recursos disponibles y a plantear soluciones concretas frente a emergencias que afectan por igual a nuestros pueblos.
Por eso, países vecinos como Chile y Perú -además de fortalecer su gobernanza e institucionalidad- requieren coordinar medidas que refuercen sus canales de comunicación y de respuesta rápida, así como compartir aprendizajes para la prevención. Esto pasa por comprender que la preparación frente a los desastres implica también un trabajo de prospectiva sobre el manejo de los recursos naturales, un mejor ordenamiento territorial que responda al crecimiento de nuestra población, y una integración armónica de nuestras estructuras productivas -que deben responder a estos cambios que el clima y la geografía traen. Pasa también por evaluar la posibilidad de contar con un set común de recursos cuyo ocasional uso y elevado costo resultaría individualmente difícil de justificar y atender pero que, como muestra la evidencia reciente, son necesarios en estas situaciones. Este es el reto que tenemos para que el futuro nos encuentre mejor preparados y, sobre todo, unidos no solo para reaccionar antes los desastres sino para gestionar nuestro potencial de desarrollo.
Así, trabajando en el marco de esfuerzos regionales, multilaterales y académicos que buscan definir cómo los países deben enfrentar estas emergencias, habremos hecho ya una buena parte de la tarea; como el Presidente Kuczynski resumió con sencillez: “No es un tema de dinero, sino de organización”.
Chile y Perú, como países vecinos responsablemente comprometidos con causas internacionales y con la integración, deben ser además la avanzada de un proceso regional que, con una visión de futuro compartido, haga realidad el espíritu de nuestro lema ante esta situación de emergencia: #UnaSolaFuerza. (La Tercera)
Jorge Valdéz Carrillo, embajador de Perú en Chile