Esta pandemia nos ha vuelto a recordar la fragilidad humana. Y aunque el sufrimiento de muchos es la gran marca de lo que vivimos, también hemos visto cómo han emergido espacios de esperanza. Es el caso de las vacunas, en que Chile ha respondido en todos sus niveles, con la confianza de la ciudadanía en la ciencia, y donde nuestra universidad desde la colaboración ha podido realizar un inmenso aporte para el país.
La ciencia ha demostrado tener una gran capacidad de responder a los problemas y preguntas de la humanidad. Las universidades existen, en gran parte, por y para ello. Pero no solo los resultados de la ciencia son relevantes. Es su método el que merece particular atención. Es la actitud científica desde la apertura, donde el error y la equivocación que forman parte de ella son también elementos que la vuelven tan valiosa. La ciencia es colaboración, pues se construye en la diversidad y germina cuando los caminos e ideas se comparten, contraponen y contrastan entre sí. Por eso la ciencia es diálogo y debate: es la búsqueda de conocimiento y soluciones desde la diferencia, la diversidad y la complementariedad.
Esa confianza en la ciencia que hemos visto en Chile toma una forma similar en el proceso político e institucional que vivimos como país. Ese anhelo de una mirada basada en el diálogo y la rigurosidad emerge en un reciente estudio dado a conocer por “Tenemos que hablar de Chile”, en el que se recogió la mirada de las personas sobre la conversación pública, la participación y las expectativas que ellas tienen sobre los principales actores políticos y, en específico, sobre la Convención Constitucional.
Quizás el dato más relevante de este estudio es que el 84% prefiere a líderes políticos que “privilegien los acuerdos y no sus propias posiciones”. El mensaje de la ciudadanía parece señalar que el país necesita respuestas colectivas, que pongan en valor los diversos puntos de vista. Pero los paralelos con algunos de los valores del método científico no se detienen allí, y aparecen en las tres características más importantes que, a ojos de la ciudadanía, deben tener los y las constituyentes: que “sean investigativos y estudiosos”, que estén dispuestos a “cambiar de opinión si se les presentan buenos argumentos” y que sepan “colaborar con quienes piensan distinto a ellos”. Rigurosidad, escucha activa y colaboración.
Vivimos tiempos complejos, y la palabra “crisis” toma múltiples formas. Es la salud, el cambio climático, la educación, la vivienda, la economía y otras más. Pero sigue ahí la esperanza. El valor y la importancia de esta actitud, no debe quedar en ningún caso invisibilizada o relegada a un segundo plano. Todo lo contrario, es un gran desafío. Porque ante la mirada de la ciudadanía existen amenazas que pueden obstaculizar esa esperanza: un 51% señala que “la inexistencia de disposición suficiente para lograr acuerdos” puede truncar el éxito de la Convención. Lo mismo respecto de una “imposición de posturas extremas”.
Las personas quieren ser parte de este proceso histórico y anhelan que llegue a buen puerto. Y al igual que en las vacunas contra el coronavirus, donde millones han puesto de su parte y confiado en ellas, un alto porcentaje señala querer participar de lo que estamos viviendo como país: un 78% declaró una disposición positiva a formar parte de alguno de los mecanismos de participación ciudadana que se pongan a disposición para nutrir, apoyar y acompañar la Convención Constitucional.
Las puertas del diálogo están abiertas y desde nuestra universidad seguiremos contribuyendo a generar instancias de colaboración y apoyando este proceso, de manera que nuestra diversidad como país siga fomentando aquellos espacios de encuentro. Porque tal y como nos plantea el mundo científico, la colaboración, el diálogo y rigurosidad metodológica pueden ayudar a construir los cimientos de este anhelado hogar común. (El Mercurio)
Ignacio Sánchez D.
Rector, Pontificia Universidad Católica de Chile