La opinión pública está abandonando a Gabriel Boric. El Presidente del 24% está desarrollando la capacidad de irritar tanto a sus detractores como a sus partidarios. Se le nota incómodo, caminando cada vez más solo en tierra de nadie. Por tratar de quedar bien con todos, el Mandatario convence cada vez menos. Por un tiempo, su capacidad oratoria le ayudó a salir del paso, pero hoy ya ni eso le sirve: su palabra encanta, pero ya no persuade. Gabriel Boric se ha situado a sí mismo en una ecuación sin solución posible.
¿Cambió Boric? Quien sabe. Ya no es el diputado con ínfulas revolucionarias, pero tampoco ha podido “habitar el cargo” que ocupa y reinventarse. A ratos pareciera que quiere dejar atrás su adolescencia política, pero luego actúa como si la echara de menos. No es sencillo distinguir si lo suyo es un cálculo táctico, un vuelco en proceso o apenas mera banalidad.
Lo que sí parece indiscutible es que el país cambió y que el octubrismo que llevó al Presidente al poder ya no cuenta con las simpatías de la mayoría. Desde que chocó de frente con la opinión pública al jugársela por el primer borrador constitucional, Boric y la ciudadanía caminan con el paso cambiado. La crisis de seguridad lo ha forzado a ensayar un poco creíble cambio de piel: de perro “matapacos” a “perro contra la delincuencia”. Porque al jefe de Estado le ha tocado gobernar un país que parece cada vez más obsesionado con un tema que a él no le puede resultar más ajeno: el orden público. Boric baila hoy con la música que ponen otros.
Necesita aclararse y decidirse por un rumbo. O le habla al 30% y se limita a ser un Presidente que no logró casi nada y pasó con más pena que gloria por La Moneda, o replantea su gobierno para tratar de dejar algún legado y sintonizar con lo que la sociedad hoy le pide.
Sin embargo, si quiere lograr esto último debe enfrentar el elefante en medio de la habitación: el Partido Comunista. Es difícil creer que el Mandatario vaya a deshacerse de sus socios del PC. También lo es que su gobierno pueda conseguir algo significativo si sigue tan estrechamente aliado con una colectividad que es, en el mejor de los casos, ambigua en torno a la violencia y el trato a la delincuencia.
El Presidente duda y su popularidad cae. Durante mucho tiempo, Gabriel Boric fue como el rey Midas: todo le salía bien, al punto que llegó a ser Presidente antes de lo que él mismo seguramente había soñado. Pero ahora las cosas son diferentes. La misma sociedad que lo eligió hoy parece darle la espalda. Si quiere recuperar relevancia, debe dejarse de rodeos y buscar fórmulas que le den posibilidades de realizar el golpe de timón que su gobierno requiere con urgencia. El tiempo comienza a agotarse y ya no le queda espacio para maquillajes retóricos cada vez menos eficientes. (La Tercera)
Juan Ignacio Brito