Ayy, qué rápido se paga la cuenta de alejarse de los valores básicos de la cultura cristiano occidental. Parecía que lo habían logrado. Impusieron el feminismo como una reacción contraria a la derecha y al cristianismo, bailaron desnudas y parodiaron actos sexuales en público, obligaron a las universidades a hacer razias por presuntos actos de violencia o abuso sexual denunciados por sus alumnas. No era posible razonar en los tiempos de “alerta, alerta, alerta machista, que todo el territorio se vuelva feminista”, ni ser feminista si no se era pro aborto, socialista o anarco.
Los pilares jurídicos del Estado De derecho se derrumbaron, porque como aseguró Emilia Schneider, ahora diputada y en 2018 consejera de la Fech, “el debido proceso y la presunción de inocencia no toman en cuenta la desigualdad en razón del género”.
Bastaba, entonces, que una de estas féminas levantara un dedo, sin probar ninguna culpa, para que un infeliz acusado quedara en el limbo y en la obligación de probar su inocencia en los tribunales, pero después que lo quemaran en la plaza pública.
Sin debido proceso ni presunción de inocencia, daba los mismo que los hechos fueran falsos. Es lo que vivieron varios personajes públicos. El diputado Gabriel Silber no pudo asumir la presidencia de la Cámara en 2019 porque un mail anónimo denunció que había cometido maltrato intrafamiliar contra su ex esposa. Cinco meses después la PDI determinó que el correo había sido enviado por una asesora legislativa del diputado René Alinco. El joven gremialista José Ignacio Palma pasó por la humillación que sus contendoras a la presidencia de la FEUC, en octubre de 2018, no se presentaran a debatir con él, acusando inseguridad frente a un acosador, luego que una carta anónima, que un año después se demostró escribió por resentimiento un conocido, lo acusara de acosador. El NAU, cercano a Revolución Democrática (hoy Frente Amplio), pudo conservar la presidencia de la FEUC mientras funaba al candidato con el slogan “amiga, yo te creo”. ¡Y eso bastaba!
Sin base, también, fue informado de su propia renuncia el ex subsecretario de Previsión Social Christian Larraín en 2023, por una supuesta denuncia de acoso laboral presentada por una funcionaria. Presentó una demanda de tutela laboral, luego que “de un día para otro mi imagen quedó estigmatizada como un acosador. Los primeros días ni siquiera quería salir de mi casa por miedo a ser reconocido y apuntado”.
El estándar impuesto por la izquierda que monopolizaba el feminismo era creerles a los denunciantes, y usar la causa de la mujer contra el gobierno de Sebastián Piñera. Las Tesis y otros colectivos llegaban a La Moneda a hacer su coreografía de “Un violador en Tu camino”, apuntando con el brazo extendido al Presidente (“eres tú”), al Estado (“eres tú) y a carabineros (“eres tú”). La marcha del 8M convocada en 2019 para rechazar la violencia machista era multitudinaria y las consignas voceadas eran contra Carabineros, Piñera y a favor de una nueva Constitución.
Pero, ¿qué ocurrió cuando los autores de estos estándares jurídicos y morales llegaron al poder de la mano de las movilizaciones estudiantiles y el feminismo? Aparte de congelar las protestas de los performistas contra los uniformados y la derecha, empezaron a probar de su propio caldo. Sólo que, para las supuestas víctimas del subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, y del Presidente Boric, las cosas fueron diferentes. Se les olvidó el cuento del “macho violador” y que a las denunciantes había que creerles aún cuando fuera falsa la acusación (caso probable en la acusación a Boric). A Monsalve, el Presidente le dio un trato privilegiado e ignoró totalmente a su denunciante por el delito de violación, mientas que a su propia acusadora los poderosos de La Moneda la hicieron charqui. Aquí no corrió el “amiga, te creo”, sino que la vocera Vallejo repitió varias veces que la denuncia era falsa “sin sustento sobre hechos que jamás ocurrieron” y acusó de vuelta, a la supuesta víctima, de acoso “sistemático” al Presidente 10 años atrás. Rápidamente difundieron a los medios sus mails y su expediente policial.
El año pasado de desplomó uno de los referentes intelectuales del Frente Amplio, el sociólogo Carlos Ruiz, por violencia intrafamiliar contra su pareja. Y este año la denunciada fue una legisladora del mismo partido, Marcela Riquelme, acusada por una colaboradora de abuso sexual. Otros gurúes internacionales de la retórica feminista y el género, no han podido librarse de acusaciones de agresión sexual y violencia de género, ni en España (Iñigo Errejón) ni en Argentina (Alberto Fernández).
Pero ahora que violador se instaló en La Moneda, de repente reapareció el sentido común y la diputada del Frente Amplio, Maite Orsini, puso disimuladamente en duda la denuncia de violación de una mujer contra su ex pareja, Jorge, “Mago”, Valdivia. Y la legisladora Lorena Fries, del mismo partido, matizó con que “El ‘yo te creo’ no significa a raja tabla que todas las mujeres somos buenas”. ¿Alguna vez lo fuimos?
Cuando a ellos les toca, “ni feminismo ni perspectiva de género”, como criticó una diputada PPD, Camila Musante. Parece que se acabó la inquisición feminista ciega a la evidencia. La marcha contra la violencia hacia la mujer del lunes fue famélica. Comiendo, seguramente, por cargos en el Gobierno, ni se pronunciaron por los casos instalados en Palacio. Y el poderoso Ministerio de la Mujer, que incluso integra el comité político de esta administración, estuvo silente hasta ayer viernes cuando salió a defender a Boric de su supuesta víctima, imputándole una denuncia falsa que “no tiene pies ni cabeza”. Y tuvo que explicar en qué sentido este en un gobierno feminista (¿requiere explicación?).
A pesar de todo lo ocurrido, es inevitable preguntarse si habría habido un repliegue de la feroz persecución feminista, que considera que la mujer es siempre víctima, si quien gobernara fuera el ex Presidente Piñera. (El Líbero)
Pilar Molina