Crisis en la política, potestas sin auctoritas-Magdalena Merbilháa

Crisis en la política, potestas sin auctoritas-Magdalena Merbilháa

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La política está en crisis, hay evidencia de ello en todas partes. Corrupción, mentiras, trincheras y personas que “se sirven” antes que servir. Ya Chesterton, muerto en 1936, hablaba de la degradación de esta disciplina afirmando “si tu inteligencia no da para mucho, siempre tienes la opción de hacerte político”.

La democratización de la sociedad llevó a mayor variedad de participación en la política. Junto con ello, la idea que no se necesita preparación alguna para ser representante hizo que muchos, sin conocimientos ni méritos, aunque electos por elección popular, no fuesen reales aportes al país y contribuyeran a degradar la política.

La política es necesaria, sin duda. Ya los griegos, antes de Cristo, comprendían que era necesario que esta actividad fuese realizada por personas virtuosas. Es decir, personas con hábitos del alma hacia el bien objetivo, ese que se sustenta en la verdad como fin. Los romanos entendieron la necesidad de “contrapesos” para que quienes ostentaban el poder no abusaran de éste. Por eso, los cónsules durante la República eran dos y se fiscalizaban mutuamente. Es durante este período en las que sentaron las bases del derecho romano desde las doce tablas. En Estado de Derecho y la Institucionalidad.

Para preservar esto se necesitaba buena gente en la política. Entendían que los funcionarios públicos tenían potestas, autoridad legal entregada para ejercer el cargo. Pero eso no era suficiente, se esperaba que tuviesen auctoritas, la posición de preeminencia basada en el respeto de las personas e instituciones. De hecho, la palabra auctoritas viene de augere que significa crecer, aumentar, por lo que quien la posee, aumenta la confianza. Se la creía buena y en el cargo es mejor. En la política romana ambas eran necesarias para orientar la cosa pública, la res pública, de lo contrario hay degradación.

No hay autoridad real, aunque sea legal, sin el respeto ciudadano. Para los romanos los valores necesarios para ejercer cargos eran Humanidad que implicaba refinamiento, civilización, aprendizaje y cultura. Se requería, además, Industria, trabajo duro y Pietas, obligación y respeto al orden natural en lo social, político y religioso. Esto es lo que ponía límites, desde lo correcto, a quien ejerce el poder. Se buscaba evitar la Oclocracia, que es la versión patológica del gobierno popular que prescinde del estado de derecho en contraste con la versión buena que se manifiesta en la democracia.

El mundo clásico inspiró a Occidente y estas ideas estuvieron vigentes hasta que se puso en duda la Verdad a fines del siglo XVIII. Sin ese norte, todo se degrada, la política también.  El proceso de democratización amplió los accesos en todas las áreas, lo que es muy bueno. Todos pueden, desde su esfuerzo, ascender en la sociedad. Pero de la democratización se pasó al proceso degenerativo que, permeado de ideología, dejó de lado todo mérito y asumió que no importan las capacidades, ni los conocimientos. Esto abrió el espectro, sobre todo, en el ámbito de lo público. Hay que entender que ser humano por naturaleza discrimina, debe elegir constantemente. Pero se planteó que discriminar “per se”, es malo, lo que no es cierto. De hecho, en muchos aspectos es necesario. Para ser cirujano hay que estudiar medicina y tener la experiencia en operación, ya que de esos conocimientos y habilidades depende la vida de otros. Las empresas privadas intentan contratar a quienes tengan los conocimientos y habilidades para los cargos.

El mundo público, por su parte, no necesariamente busca a los mejores, sino tantas veces a “los amigos”. La política, en el afán de no distinguir, no discriminar, permite que cualquiera, con o sin capacidades, se presenten. Una vez electos tienen potestas, la ley se las da. Pero no tienen auctoritas, no cuentan con el respeto social que valida esa autoridad recibida por ley. Muchos se degradan y con su presencia degradan las instituciones, lo que se manifiesta en la forma y en el fondo. Se visten mal, no respetando la dignidad del cargo. Hablan y piensan mal, lo que demuestra falta de capacidades para liderar. No son líderes, ya que no son ejemplo, no inspiran. Para eso, hay que tener no sólo la potestas, sino también la auctoritas.

Para evitar que esta degradación continúe y, teniendo en cuenta que los partidos políticos, preocupados sólo de los retornos financieros de las campañas electorales, ponen a los que podrían ganar pasionalmente y no a quienes, de acuerdo con la razón, realmente serían un aporte al país; piense antes de votar. Vote por gente capaz, personas que inspiren y que ayuden a mejorar el país. Vote por buenas personas, personas virtuosas, ya que sólo desde ellas el país mejorará. Las hay en todos los sectores políticos y en los propios los hay malos también. Asuma su responsabilidad en la posibilidad de mejora del país. Es usted quien elige a quienes nos gobiernan, después no se queje. (El Líbero)

Magdalena Merbilháa