Daniel Mansuy es la clave para descifrar al Presidente Boric

Daniel Mansuy es la clave para descifrar al Presidente Boric

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El libro de Daniel Mansuy, Salvador Allende. La izquierda y la Unidad Popular, es uno de los textos más sólidos, sinceros (sí, sinceros) y más coherentes que he leído sobre esa etapa de nuestra historia, etapa que viví. Quien desee conocerla y entenderla, o bien refrescar u opinar con fundamento sobre ella, debe leerlo. Pero el texto tiene una particularidad adicional: permite entender la heterodoxa ideología de Gabriel Boric y muchos de sus pasos y traspiés. Creo que para periodistas dedicados a la política o la historia nacional constituye un texto ineludible, que sospecho se convertirá en un clásico.

Mansuy tiene la virtud de sumergirse en los niveles soterrados de entonces, de superar el reduccionismo que demoniza o bien idealiza a Allende, que lo convierte en un villano o en un objeto de culto, o que lo acota a su inmolación personal, ante la cual, a mi juicio, cabe guardar silencio. El autor examina con lucidez los años sesenta, cuando parte de la izquierda abrazó la vía armada guevarista, pero va más allá y, cual ola de vasto alcance, despliega las causas del fracaso político-económico-cultural y la derrota militar de la izquierda entonces.

Igualmente muestra la “renovación socialista”, esa suerte de conversión desde el marxismo-leninismo a la valoración de la democracia liberal, la libertad y la economía de mercado, por la que atravesó gran parte de la izquierda chilena tras la derrota. También analiza los gobiernos concertacionistas, el rol pivotal de Patricio Aylwin, el posterior repudio de la izquierda dura a la “renovación socialista” y los gobiernos de la Concertación. Finalmente desemboca en la playa del propio Boric, del dirigente estudiantil, del diputado que con 36 años entra a La Moneda sin haber desentrañado la diferencia entre el Allende político, supremo y último responsable del fracaso de la Unidad Popular, y el Allende suicida, que es un símbolo ético y por ello difícil de criticar despiadadamente desde la izquierda pero también de convertir en contenido programático gubernamental .

Al terminar de leer esta obra, pensé en Florian Henkel von Donnersmark, el director de la película La vida de los otros, que narra los años ochenta de la República Democrática Alemana (RDA), la amurallada, la que se desplomó con el Muro en 1989. Florian nació en 1973 y vivió siempre en Occidente, no conoció el totalitarismo, y sin embargo muestra una capacidad magistral para recrear el tenebroso comunismo que espiaba y reprimía a sus ciudadanos. ¿Cómo alguien que no conoció aquello pudo reconstruir tan bien un mundo que no conoció? Me pregunto yo, que lo conocí, y que al verlo en la pantalla lo reconocí de inmediato. Eso me llevó a preguntarme cómo era posible captar la esencia del estalinismo sin haberlo vivido.

De Mansuy me azoró igualmente su talento y conocimiento minucioso para desplegar el lienzo de una época como si hubiese sido marxista y protagonista del mundo del ayer. Nacido en 1978, tiene una capacidad similar a la del cineasta alemán. Por algo es historiador, dirán algunos, pero lo cierto es que no todos alcanzan a palpar el alma, las contradicciones y matices de una época, y menos logran reproducirla sin sesgos, o buscan las causas profundas y la concatenación de los hechos. En pocas palabras, no es fácil asir la verdad o aproximarse a ella a través del tiempo. Eso se agradece.

En esta columna alcanzo a abordar sólo uno de los aspectos cruciales que ilumina Mansuy. Me refiero a la luz que proyecta sobre la coyuntura que permite entender la infatuación de Boric (nacido en 1986) con respecto a Allende. Se habría tratado entonces de un joven político en busca de una ideología que lo guíe, pero que termina seducido por el mito de Allende, que confunde con Allende, el político. Podemos decir que a Boric le ocurre en este sentido lo que a Colón, que no llegó adonde creía haber llegado sino a otro continente. Según desprendo del libro, Boric y numerosos coetáneos de izquierda fueron conquistados por el mito a través de un texto crucial para el florecimiento de la izquierda decepcionada de la Concertación, entonces anclada en el poder. Se trata de Chile Actual: Anatomía de un Mito (1997), el best seller de Tomás Moulián, sociólogo, Premio Nacional de Ciencias Sociales  y académico de la desaparecida Universidad Arcis, vinculada al Partido Comunista.

En esa obra, Moulián denuncia el gatopardismo o “transformismo” de la Concertación (las cosas cambiaron para que todo siguiera igual), la que se ha reconciliado con “el orden” y abandonado su espíritu revolucionario desde que disfruta las mieles del poder. Este sector emerge ante los ojos de quienes no han renunciado a los “cambios profundos” de Chile como obsecuente con el modelo económico liberal impuesto durante la dictadura. Es una crítica convincente y aguda que atrae a la izquierda decepcionada por el acomodamiento de su élite dentro del Estado chileno, su acercamiento al empresariado y el empleo de un lenguaje conciliador en materia de “clases”. El texto de Moulián fue esencial para la formación de la nueva izquierda, sus planteamientos los capitalizaría con creces más tarde el movimiento estudiantil y después el Frente Amplio.  Este último se articuló a costa de los concertacionistas y llegaría pronto al Congreso y antes de lo esperado a La Moneda.

En ese momento Mansuy da una campanada de alerta pues constata una anomalía que a la postre resultará letal para el Frente Amplio instalado en La Moneda. A su juicio, la generación de Boric no habría accedido a un texto anterior de Moulián, uno que resulta imprescindible para abordar los déficits de Allende y su gobierno. Se trata de una obra esencial, anterior, de Moulián, escrita con Manuel Antonio Garretón: La Unidad Popular y el conflicto político en Chile (1983). Es la primera vez que se analiza coherentemente, lamidas ya las heridas durante una década, lo que falló bajo la UP.

En ella se analiza con bastante objetividad las causas del fracaso de la Unidad Popular. El libro busca extraer las lecciones del caso y eso implicó admitir que las teorías conspirativas (imperialismo, burguesía nacional, Fuerzas Armadas, etc.) no daban el ancho para explicar la derrota, que Allende careció de una mayoría nacional para hacer “cambios de fondo”, que perdió el apoyo de las clases medias por las circunstancias que suscitó un gobierno dividido en dos almas antagónicas. Es más, los sectores medios se atemorizaron al vivir el día a día bajo la UP:  expropiaciones, tomas de fábricas y tierras, una economía sobrecalentada, la más alta inflación a nivel mundial, la instauración del racionamiento de alimentos por las JAP (Juntas de Abastecimiento y Precios), la formación de grupos paramilitares y los llamados de la izquierda dura a infiltrar a las Fuerzas Armadas para tomar el poder.

Haber leído esa crucial obra autocrítica de Garretón y Moulián habría permitido a los jóvenes líderes diferenciar entre el Allende mito y el Allende político, sugiere Mansuy, lo que a su vez les hubiese permitido calibrar el sentir de los chilenos de los setenta con respecto a Allende y la cualidad del recuerdo que guarda la mayoría sobre el gobierno de la UP. Debido a esta carencia, Boric y su generación, huérfanos de referentes, se convierten bajo la influencia del Chile actual… en portadores de una interpretación incompleta e idealizada de la UP y apologética de Allende y su muerte.

Por ese vacío de lecturas, esos jóvenes no incorporan la revisión crítica -la “renovación socialista”- de Allende y la Unidad Popular que hace la izquierda diez años después de su estrepitosa derrota, pero adoptan como fuente inspiradora el libro posterior de Moulián y construyen una visión crítica de la Concertación y una celebratoria de Allende. En otras palabras, retroceden con respecto a la autocrítica que la izquierda se había hecho a partir de 1983.

Mansuy reflexiona bastante con respecto a la relación que Boric busca establecer con la figura de Allende, y deja la impresión de que al situarse él mismo como heredero del legado de Allende -desde hace mucho en un sordo tira y afloja entre socialistas y comunistas-, dio un paso riesgoso por cuanto administrar esa imagen mítica, cargada de simbolismo y de instancia superior para la izquierda mundial se asemeja demasiado a una suerte de osadía o arrogancia que puede costarle caro.

El Frente Amplio, se concluye de la lectura de Mansuy, no se percató de que Chile actual… es una revisión hecha en clave desencanto de la Concertación. Es la corrección -no asumida por toda la izquierda- de mucho de lo postulado en el primer libro con Garretón, y es la recuperación de Allende como figura tutelar.

En un mundo en que los socialismos se desplomaron, los regímenes de izquierda latinoamericanos derivaron hacia dictaduras o regímenes autoritarios, China y Vietnam optaron por la economía de mercado manteniendo el partido único, la socialdemocracia se halla en crisis y parte de la izquierda chilena se aburguesó, el Frente Amplio buscó claridad e inspiración. Estas sólo se las podría otorgar la figura del Allende mito. De allí, según Mansuy, proviene el discurso  ampuloso, altisonante y épico del Presidente Boric y del frenteamplismo, unos discursos que resuenan cada vez más patéticos tras dos años y medio en el poder, la falta de gestión y de modelo concreto para Chile, y la deriva en términos valóricos y éticos de una administración que pontificó sobre su supuesta superioridad moral.

Al leer el libro de Mansuy se observa con nitidez por qué tanto el Presidente como el PC se aferran a Allende, al mito, y la conmemoración de los 50 años del 11, un ejercicio que desata ráfagas de discordia que muchos creíamos sepultadas, todo lo cual ha contagiado al país y el debate nacional y ha emponzoñado al Congreso. Sin referentes ni líderes, en una crisis ética profunda, con numerosos flancos abiertos a nivel nacional (seguridad, terrorismo, migración, déficit de gestión, por mencionar algunos), sólo Allende, el mito puede hoy ayudar a estibar la carga. No nos equivoquemos, no es Boric quien saldrá el 11 en defensa de Allende y su memoria, sino el espíritu de Allende quien deberá llegar a La Moneda a dotar de sentido, inspiración y mística a un gobierno que tiene menos aprobación popular que el Presidente suicida en sus peores días. (El Líbero)

Roberto Ampuero