¿De nuevo el mal menor?

¿De nuevo el mal menor?

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En tres frentes distintos, pero lógicamente complementarios, tendrá que plantearse la centroderecha en los próximos meses.

En primer lugar, la elección presidencial; a su vera, la parlamentaria, y, paralelamente, el funcionamiento de la Convención Constitucional.

Son tres dimensiones en las que la centroderecha se juega su destino a mediano plazo.

En el plano presidencial, si los partidos de Chile Vamos y el grueso de su electorado que votó “Apruebo” persisten en apoyar la candidatura Sichel, habrán optado ¡por cuarta vez! por uno de esos supuestos males menores que terminan siendo males mayores. La experiencia de 1964, al endosarle los votos a Eduardo Frei devino en el gobierno Allende; el primer apoyo a Piñera significó la segunda presidencia Bachelet; el segundo voto por Piñera —más allá del desastre que ha sido su propio gobierno, en tantas dimensiones— quizás termine con la victoria de uno de los dos candidatos centristas con trayectoria en las izquierdas (Provoste, Sichel) o directamente, con el triunfo de un marxista o neomarxista (Cuevas, Boric). Encantadores resultados los que ha obtenido la centroderecha cuando se ha dejado cautivar por esos imanes místicos que ofrecen salvación y terminan en condena.

Al mismo tiempo, ese electorado centroderechista debe recordar —o, quizás, oírlo por primera vez— que el peor resultado parlamentario de la historia para su causa tuvo lugar justamente en marzo de 1965, meses después de entregarle los votos a Frei Montalva, el mal menor. Sus partidos fueron arrasados y terminaron desapareciendo. Y en los años más recientes, los pésimos resultados en las parlamentarias de 2013 (Piñera se va) y 2017 (Piñera llega, pero no acarrea) y convencionales 2021 demuestran, ¡cuatro veces también!, que entregar las mejores causas para salvar algo del propio cuero termina sin más resultado que con un pellejo vacío y seco.

Si la lista de candidatos de Chile Vamos al Parlamento quedase integrada mayoritariamente por personas afines al centrismo declarado de Sichel, solo podría esperarse un nuevo fracaso electoral en el número de parlamentarios electos y, dentro de ellos, un aumento de esa representación inconsistente y fugaz que ya padecieron RN y la UDI en los últimos cuatro años. ¿Cuántos más parlamentarios “males menores” quieren tener?

Paralelamente, la centroderecha no podrá despegar su mirada del trabajo de la Convención.

Sea quien sea el nuevo Presidente, quede como quede el nuevo Congreso, la mayoría izquierdista de la Convención ha dado suficientes pésimas señales como para poner por sí sola en jaque todo el futuro de Chile. Si por fin se proponen trabajar en la discusión de las normas sustantivas, ningún brujo podrá evitar que las mayorías antisistémicas impongan contenidos lamentables. Y si, más encima, un nuevo Congreso cambiara desde marzo próximo las normas de funcionamiento de la Convención, el trabajo conjunto de la retroexcavadora y de la aplanadora se harían casi irresistibles.

Desde esta última perspectiva es que resulta aún más imperativo para la centroderecha evitar el supuesto mal menor. Ya se sabe a qué conduce una presidencia “a lo Frei” o “a lo Piñera”: lleva a que cuando es más necesaria una resistencia ante las izquierdas, esa fuerza esté, por el contrario, muy debilitada y después haya que reconstruirla con gran esfuerzo.

Seguramente, el lector ha reparado en que hasta ahora he usado siempre el concepto centroderecha. Y es que la derecha auténtica, la del “Rechazo” y la del sufragio que hoy se multiplica —el voto del “Yo me arrepiento”— no está disponible para colaborar con un mal menor que devenga, como tantas veces antes, en un mal mayor. (El Mercurio)

Gonzalo Rojas

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