Luego de semanas de especulaciones y tensiones que antecedieron a la reunión de la dirección socialista del pasado 21 de enero, ésta concluyó resolviendo lo mismo que había resuelto en su encuentro anterior del 26 de noviembre. Como para dudar de la eficiencia de la política. O, tal vez, había algo que los socialistas necesitaban decidir dos veces, para terminar de convencerse.
Los socialistas chilenos están debatiendo en la superficie sobre candidaturas y procedimientos. Pero la parte sumergida del iceberg es sobre su identidad, su lugar en la política, y los fantasmas que brotan de su memoria. Intuyen que si se prolonga su desconexión con la sociedad chilena que ha emergido, y sus nuevas y contradictorias subjetividades sociales y culturales, puede ocurrir que no revaliden, en esta etapa, su vigencia histórica como partido.
Los socialistas chilenos han visto disminuir su influencia al socialismo griego y español. Ahora le toca vivir su vía crucis al Partido Socialista francés. Ninguno de los precandidatos que participaron de las primarias del domingo pasado supera a los candidatos de derecha y extrema derecha (Fillon y Le Pen, respectivamente), ni tampoco a otros dos candidatos de izquierda y exsocialistas (Melechon y Macron). La primera mayoría en primera vuelta ha sido para el representante del ala izquierda del PS francés, Benoit Hamon, pero la herencia que recibe del “socialismo liberal” es la de un partido en bancarrota.
Los recientes eventos del socialismo chileno estuvieron cruzados por la disyuntiva de proclamar al expresidente Lagos o bien definir un mecanismo participativo para elegir su candidato presidencial. En ambas reuniones no se proclamó a Lagos y se ratificó el camino de primarias. Posiblemente más que cualquier otra consideración primó el instinto de supervivencia del PS: el expresidente Lagos no logró convencer a los socialistas de que su proyecto era el camino para que estos recuperaran su perdido nexo con la ciudadanía, con las jóvenes generaciones o con el mundo popular, ni tampoco para comenzar a rehacer un proyecto político en ruptura con el socialismo (neo)liberalizado de la Tercera Vía. Tampoco, ante unas bases que demandaban mayoritariamente primarias, empatizó con el riesgo que la imposición de su candidatura suponía de una nueva diáspora socialista (de 31 partidos legalmente constituidos hoy en Chile, en 15 de ellos hay exmilitantes socialistas).
Finalmente, los socialistas optaron por salvar los restos de institucionalidad y autonomía que les quedaban. La “consulta ciudadana” trae como posibilidad la participación del senador Guillier (apremiado por el lento refichaje del PR), quien se sumaría así a las ya desplegadas candidaturas de Atria e Insulza. La opción de los socialistas de definir su candidato en primarias pareciera expresar una incipiente conciencia que lo que está en juego no es una elección más o el resultado de la última encuesta, sino su propia existencia como partido. ¿Reaccionarán a tiempo los socialistas chilenos? (La Tercera)
Ernesto Águila