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El verdadero ganador de la primera vuelta fue el que salió tercero. Por eso me abruma esa forma elíptica con que anuncia su voluntad de destruir a los otros dos en el curso de los próximos cuatro años. El voto en contra ha sido la tónica en esta elección de dos vueltas. Es el voto en contra de la Nueva Mayoría, que perdió votos, parlamentarios y representación del cambio a manos del Frente Amplio. Y es el voto en contra de las fantasías de la derecha, la que creyó que un mal gobierno le pavimentaba, sin lugar a dudas, su marcha imparable a la victoria.

Más que fervores, entusiasmos y esperanzas en uno, han primado los rechazos al otro. Ahora, el Frente Amplio dobla esa apuesta, en una opereta de dos actos.

Declara primero libertad de acción a sus votantes en segunda vuelta. A decir verdad, no le quedaba otra. Su votación es aluvional, suma de malestares diversos, con cruces manifiestos con derecha y Nueva Mayoría, como lo muestran las notables diferencias de votos entre Beatriz Sánchez y el Frente Amplio, sea en parlamentarios o aún más en Cores. Lo proclaman también, el triunfo simultáneo de Beatriz y Chile Vamos en Valparaíso y Puente Alto, así como las diez comunas más ricas del país, en todas las cuales Beatriz salió segunda de Piñera. No son dueños de esos votos. Nadie obedecería “órdenes” del FA para segunda vuelta, fueran ellas las que fueran. Y por si fuera poco, se construyeron afirmando que derecha, Concertación y Nueva Mayoría eran la misma y detestable cosa. No podían entregar un respaldo más claro a Guillier, sin negarse a sí mismos.

Sin embargo, en un segundo acto, sus voceros más reconocidos, no sin aclarar santurronamente que lo hacen solo “a título personal”, estiran la cuerda de la declaración oficial del Frente Amplio diciendo que llaman a votar en segunda vuelta y a hacerlo “contra Piñera”, como si hubiera otra forma distinta de hacerlo que votando por Guillier. Pero inmediatamente y a continuación, agregan que serán oposición tenaz e implacable también a este último, si llegara a ganar. Lo paradójico es que Guillier solo puede ganar si esos voceros, que hablan a título personal, logran convencer a una masa suficiente de votantes del Frente Amplio para que voten por él.

En otras palabras, llaman a votar contra Piñera ahora y a gobernar mañana contra Guillier, que solo cuenta con poco más de un tercio de la Cámara para materializar sus promesas. Quizás, trabajar cuatro años con la esperanza de la próxima vez triunfar gracias a su habilidad para trepar sobre la ruma de cadáveres de otros actores políticos de nuestra democracia, les parezca razonable. Pero deberán hacerse cargo de dos cosas. De una polarización aguda de la sociedad chilena y de cuatro años inútiles para un pueblo que necesita ahora, reformas; especialmente en la forma como el Estado atiende las necesidades de los más desamparados y como destraba la marcha del país.

La Tercera

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