Pienso y sueño en un futuro mejor mientras recuerdo estos cinco aciagos años. Si nos preocupa la gobernabilidad de Chile, todo liderazgo político digno y responsable -que también los hay- debe proponerse reformar el sistema político en lo esencial de él, antes que asuma el próximo gobierno. Si se subordinan a esa mediocridad que resiste el cambio en la medida que amenaza su mezquino interés, serán arrastrados al lodazal con que la ciudadanía identifica a la política.
Vivimos una polarización estéril. La violencia no está solo en la calle. También en la forma como se ejerce la política. Si no reaccionamos ya, el próximo gobierno será un infierno, gane quien gane. La mala gobernabilidad que nos acosa desde hace años, se prolongará.
Pero además del cambio urgente al sistema político, es necesario iniciar un diálogo entre quienes piensan construir orden y prosperidad antes que refundaciones de derecha o izquierda. Los bandos actuales de gobierno y oposición dan todos los días pruebas de incapacidad para forjar un mejor Chile.
Todo parece indicar que el próximo gobierno será encabezado por alguien de la derecha democrática o del socialismo democrático. Si quieren tener éxito, ambos deben iniciar contactos e intercambios para asegurar gobernabilidad básica en temas cruciales. Por ejemplo: restablecer el orden y la seguridad para la ciudadanía; asegurar la creación de empleos dignos y crecimiento; sacar del marasmo a una educación que nos degrada culturalmente; avanzar hacia un sistema de salud eficiente y decente para todos. Hay más, pero si en esos cuatro temas los futuros gobierno y oposición revierten el retroceso que venimos teniendo, se llenarían de gloria. Sería romper el estancamiento que vivimos en todos los ámbitos.
Tiene ingredientes comunicacionales y otros discretos. Unos para hablarle a la sociedad de encuentro y esperanza ante la desesperanza. Los otros, sobre todo al comienzo, para construir puentes donde antes había solo abismos. Por eso valoro el encuentro y declaración transversal de centros de estudios del jueves pasado. Debemos construir una nueva forma decente de ser gobierno y oposición.
La gran mayoría abomina de la política. Pero no asumen que los políticos que hoy tenemos son los que esa misma mayoría eligió. Son el engendro de un pueblo compelido a elegir polarización, mediocridad y corrupción; con orfandad cultural para discernir entre su interés y la venta de ilusiones; resignado, a poco andar, a perder una y otra vez. Necesitamos no solo un nuevo sistema electoral, sino una nueva forma de hacer política, radicalmente distinta a la que se ha hecho habitual. Requiere una nueva transversalidad y eso no se improvisa. Un nuevo gobierno, debe comenzar algo ya pensado y concordado, con diferencias acotadas, con mayorías sociales y políticas anchas, capaces de hacerlo realidad. Los llamo a intentarlo. (La Tercera)
Óscar Guillermo Garretón