Un problema político crucial en democracia es contener el extremismo. La única fórmula es respetar el estado de derecho. El pueblo chileno tuvo la inteligencia y el coraje de luchar contra una dictadura militar violenta, y la complicidad de sus seguidores civiles, a través de la democratización de las instituciones, del respeto a los derechos humanos, la justicia y la erradicación del odio. El sufrimiento fue enorme, muchos jueces habían sido serviles, y a pesar de ello no hubo espíritu de venganza y a los responsables se les aplicó la ley. Ese comportamiento otorgó superioridad ética, permitió realizar justicia y asentar las instituciones democráticas, logrando, a pesar de la lentitud, una de las mejores transiciones del mundo.
A José Antonio Kast se le deben reconocer los mismos derechos, rechazar la violencia en su contra, respetar su libertad de expresión. Las conquistas democráticas valen también para quienes apoyaron y aun defienden a la dictadura. A quienes cometieron o fueron cómplices de crímenes los debe castigar la justicia. Cuando se hace una excepción y se justifica la limitación de las derechos de uno se puede seguir y afectar a otros. Así lo hizo el facismo y la dictadura chilena.
Pero tampoco hay que ser ingenuo. La democracia se puede socavar. Así lo revelan procesos de regresión al autoritarismo en varios países, como Venezuela, Turquía, Polonia y Hungria, e incluso Estados Unidos con Trump.
En consecuencia, no se trata solo de leyes justas e instituciones sólidas, también se requiere que los ciudadanos actúen con espíritu y prácticas democráticas, respetando la separación de poderes, resguardando a las minorías, evitando la provocación, el insulto, la propagación del odio, rechazando la intolerancia, la xenofobia, la discriminación y el racismo. Dirigentes de la extrema derecha europea, Le Pen en Francia, Wilders en Holanda y Farage en Inglaterra, han recurrido a un método similar para adquirir visibilidad mediática: el escándalo, la provocación, el extremismo.
Tres libros se han publicado recién que alertan sobre los riesgos de regresión: How Democracy Dies ( S. Lezitsky y D. Ziblatt) , How Democracy Ends ( D. Runciman ) y People vs Democracy (Y. Munk). Los tres advierten sobre los riesgos de degradar la democracia. Uno es el discurso populista que polariza. Son técnicas que buscan despertar el temor, el retraimiento cívico, y abren espacio al autoritarismo.
Los derechos deben garantizarse a todos, sin excepción, pero ese derecho debe ir aparejado del deber de respetar la convivencia y el Estado de derecho. La libertad de expresión es sagrada, pero usarla para polarizar y dividir debe tener límites, y ese límite debe ser establecido por ley. La tarea política de los demócratas no es agredir físicamente para inhibir al adversario, sino confrontarlo políticamente, explicar y generar amplia conciencia ciudadana contra el extremismo, el odio y la polarización. (La Tercera)
Sergio Bitar