La aprobación del Senado al proyecto de ley “Aula Segura” fue vista como un logro del gobierno frente al intento de sectores de oposición que buscaban transformarlo en otro distinto: “Aula Democrática”. Surgieron de ahí análisis que acusaron un error conceptual, ya que las aulas no son democráticas ni la democracia es la solución para todo. Algo efectivo, pero lo cierto que es que el punto era otro, ya que ni los impulsores de la alternativa opositora se creían su cuento, sino que era un simple pretexto para poner en ejecución la táctica del boicot legislativo, es decir, reeditar el libreto que a la oposición le resultó rentable en “Piñera 1”, tanto que lograron retornar al poder. Pero es muy dudoso que en la actualidad, la obstrucción sea el camino, por cuanto los tiempos cambiaron. Desde luego, la causa de los estudiantes ya no es tan popular como para condonar cualquier cosa; y cuando se visten de “overol blanco” para realizar fechorías, brindarles cobertura política se pasa de la raya. Más aún, la dirección de los vientos políticos se ha alejado de las soluciones fáciles de la izquierda -no sólo en Chile, sino que en otras partes de Latinoamérica-, como para pretender imponer esa agenda sin más.
Por eso hubo otros sectores de la oposición que se apartaron del bloqueo y llegaron con el gobierno a un acuerdo, que como tal siempre obliga a las partes a ceder, pero que determinó que la iniciativa gubernamental fue en esencia aprobada: los revoltosos podrán ser expulsados de las aulas con prontitud.
Pero ahora viene el round previsional, que será distinto, porque las AFP no son tan populares como la idea que las aulas sean seguras. Flota en el ambiente que hay que cambiarlo todo, algo paradójico cuando el sistema previsional chileno recientemente fue calificado en un estudio de Melbourne Mercer como el 8° mejor del mundo, o que el Presidente electo de Brasil lo invoca como modelo para la reforma previsional en su país. La explicación es simple: cuando no se defienden las cosas en el plano de la ideas se vuelven febles y es fácil demolerlas, más allá de la evidencia. Porque el sistema de reparto en Chile fracasó y los fondos previsionales se dilapidaron, lo contrario de lo sucedido con el actual.
Así y todo, no es muy probable que la discusión previsional sea propicia para retomar la táctica del obstruccionismo. Pero una oposición más inteligente -y la DC lo está siendo, en parte por la necesidad básica de perfilarse-, que se muestre proclive a los acuerdos, puede aprovechar de mover el péndulo a su favor y provocar cambios de fondo en el sistema previsional que contraríen su esencia, como disminuir el rol del sector privado en la gestión de los recursos e incrementar el poder del Estado en ella; o bien, desincentivar la propensión al ahorro de los cotizantes. Por eso, los acuerdos no valen por sí, ni son índice del éxito de una negociación. Todo depende del acuerdo a que se llegue y ese es el desafío real del gobierno. (La Tercera)
Axel Buchheister