Luego del cónclave dominical de los partidos de Gobierno, el triunfo de Vlado Mirosevic como presidente de la Cámara de Diputados es un antecedente que la oposición no puede mirar en menos.
La actual situación del Gobierno, cuya baja sostenida en la evaluación ciudadana son un baño de realidad que, esperemos, les permita priorizar los temas fundamentales para el ciudadano de a pie y no los que gustan a la izquierda y con los que suelen hacer juego de luces, útiles únicamente para engatusar los ánimos pero no para gobernar en serio en la urgente realidad del país, por ejemplo, en materia de seguridad. El pasado martes, en menos de 24 horas, hubo 6 asesinatos en el país.
Sin embargo, uno de los asuntos que sin duda fue prioridad en el encuentro oficialista fue la presidencia de la Cámara de Diputados luego de que el Partido Comunista definiera no perseverar con la diputada Cariola. Cierto es que Karol Cariola no podía asumir la testera de la Cámara de Diputados. Además de representar las ideas que fracasaron el 4 de septiembre –problema del que adolece, dicho sea de paso, Mirosevic—, Karol Cariola es de las incondicionales de las dictaduras comunistas del continente y una férrea defensora de la violencia octubrista, pero nada de ello obstaría el interés del Gobierno en que la corporación fuese presidida por alguien de sus filas y de los, ahora, históricos del Frente Amplio como Vlado Mirosevic.
El triunfo de Mirosevic, por cierto, no es mérito de él. Fue la Ministra Secretaria General de la Presidencia quien, ante la falta de liderazgo de la izquierda al interior del Congreso, dirigió las negociaciones y aseguró una mesa de la Cámara de Diputados afín a su gobierno, que, como sabemos, no es la agenda de los chilenos. Es cierto que luego de la sequía legislativa de los primeros meses y, una vez asumida la abrumadora derrota del 4 de septiembre al fin, el gobierno ha propuesto temas para discutir, pero así y todo, lejanos de las soluciones que esperan los ciudadanos. En primer lugar, porque se ha propuesto una reforma tributaria que en vez de incentivar la inversión y propender a mejorar la economía, hace todo lo contrario. Similar es el caso de la reforma previsional recientemente presentada: un gusto ideológico en toda su extensión, que no aborda ninguno de los grandes problemas de las pensiones en Chile y que, finalmente, sólo pretende una mayor injerencia del Estado: no dice nada del problema de las lagunas previsionales o la edad de jubilación, entre otros importantes.
Pese a que hubo una interesante oportunidad para evitar el control del poder legislativo por parte del Gobierno –como ha quedado suficientemente claro con el esmerado esfuerzo de su Ministra SEGPRES en las negociaciones—, finalmente no hubo resultados favorables por incapacidad de parte de la oposición que no logró ordenar los votos, principalmente en la bancada del PDG, que sufre su primer quiebre interno porque parte de sus parlamentarios contribuyeron a dar un triunfo a la izquierda.
Sumado a ello, también se ha dicho que los partidos oficialistas y parte de la oposición llegarán pronto a un pacto para la redacción de una nueva Constitución, que a estas alturas resulta a lo menos incongruente con nuestra realidad y poco oportuno para el momento país, pero que permitirá al Gobierno relegitimarse políticamente gracias a parte de la oposición de derecha, tan interesada en condecorar con las medallas del triunfo al Presidente y sus ministros recién asumidos, cuyo proyecto político-constitucional fue rechazado por 8 millones de personas.
Conviene tener en consideración los hechos de esta semana. Un gobierno que no ha hecho el más mínimo esfuerzo por hacer las cosas bien, sin aprobación ciudadana, parece estar obteniendo lo que quiere a costa de una parte de la oposición que ha decidido mirar para el lado y salvarse a sí misma. (El Líbero)
Macarena Bravo