Desconocida del PS- Alfredo Jocelyn-Holt

Desconocida del PS- Alfredo Jocelyn-Holt

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Es entendible el resentimiento de cercanos a Lagos por como el PS lo archivó, con mayor razón habiendo “compañeros” escudados en el voto secreto. Con todo, no sorprende el desdén. Según Máximo Pacheco, se esperaba algo así desde noviembre. Por tanto, el intento de querer presentar su fin como el de un “salvador” que capitula por la ingratitud no solo no convence, es darle la razón a Guillier cuando lo comparó, con no poca sorna, con O´Higgins.

Razones para tener reservas respecto a Lagos, abundan. Su mal récord de candidato es bien sabido desde cuando quiso ser rector de la UCh y no se la pudo; también desde la senatorial contra Zaldívar y Guzmán (el 89) y en las primarias contra Frei (el 93); cuando apenas pudo ganar la presidencia el 2000; cuando el 2009 taponeó a Insulza e igual terminó desistiéndose (¿el mismo juego de perro del hortelano que dejara fuera a Isabel Allende?). Eso en cuanto a viabilidad electoral.

En lo referido a récord político, a Lagos, flancos débiles no le faltan: el papel que tuvo trayendo a Pinochet de vuelta de Londres; el espiral de corrupción que comienza en su gobierno en tándem con sus excusas (la tesis del “Jarrón” y el intento de minimizar el asunto estimándolo “hojarasca insustancial”); la operación de salvamento de Insulza y Longueira, su mandato en ascuas (acuerdo que alguien debiera destapar); lo del CAE y el Transantiago; la reforma a la Constitución que se probó insuficiente, promulgada con inusual pomposidad; el haber inventado a Bachelet sin perjuicio de la condescendencia que ha mostrado después para con ella (también con Soledad Alvear a fin de ungir a Bachelet). La lista de políticos con cuentas pendientes es larga (las tirrias mutuas que se tienen C. Ominami y E. Tironi, ¿las produjo quién?). Los comunistas nunca lo han querido (según Teillier casi se divide el PC en segunda vuelta el 2000 cuando gracias a ellos gana). Se insiste en la alta aprobación al final de su administración, pero se desatiende las veces que se enfrascaba en rounds con el público cada vez que hablaba. Y cómo olvidar los rencores de la generación de los 80 para con Lagos, Aylwin y otros.

Pero, sin duda, el autoritarismo con que se revistió el consensualismo de la transición, y que el personaje produjera suspiros en la derecha empresarial -“adalid de la civilización occidental” (D. Gallagher), “el presidente más de derecha de Latinoamérica” (A. Navarro), “amado” por banqueros (H. Somerville)- tenía que pesar tarde o temprano. Por tanto, lo del “dolor” que le producen los socialistas no reconociéndolo como uno de ellos suena a que no se hace cargo de sus ambivalencias. Ahora, es cierto, la decisión del PS puede polarizar el espectro, y sería de lamentar que así fuera, pero, ¿alguien duda que ello no ocurre hace rato?

Las beaterías en política no sirven. Los sinceramientos, en cambio, aunque brutales, demuestran que ésta no tiene por qué ser siempre hipócrita. La historia, a la larga, los agradece: permiten explicar incluso sus canibalismos. (La Tercera)

Alfredo Jocelyn-Holt

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