Después de Boric

Después de Boric

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Se ha hecho largo este gobierno. Esto confirma la idea de que, cuando se acumulan demasiados hechos en un determinado período, se genera una percepción dilatada del tiempo. Pero, además, ello se acentúa cuando la mayoría de las personas asocia tal acumulación con experiencias agobiadoras que desea que terminen lo más pronto posible. Ese es exactamente el caso.

Puede sonar extraño, pero lo mejor que pudo pasarles a Boric y sus aliados es no haber podido materializar sus planes originales. Si hubieran tenido la posibilidad de aplicar el programa con el que llegaron al poder, habrían desatado una crisis que los habría desbordado. Y no digamos las consecuencias que habría tenido la eventual aprobación de la Constitución que sus representantes elaboraron en la Convención, y que se proponía cambiar a Chile hasta volverlo irreconocible.

Los partidos oficialistas deberían estar agradecidos del triunfo del Rechazo, el 4 de septiembre de 2022. Gracias a ello, el país se salvó de un descalabro institucional, económico y social frente al cual el gobierno no habría sabido cómo actuar.

En cambio, Boric siguió gobernando como si nada hubiera pasado, protegido por la Constitución que quería echar abajo y por las fortalezas construidas durante los execrados 30 años, lo que incluye los ahorros acumulados por la economía “neoliberal”. En octubre de este año, el ministerio de Hacienda retiró 1.000 millones de dólares del Fondo de Estabilización Económica y Social para equilibrar las finanzas públicas.

Si el país no naufragó en estos años es porque en las décadas anteriores progresó de verdad, y porque cuenta con instituciones que, mal que mal, aseguran un marco legal que permite contrarrestar las torpezas y desatinos del gobierno de turno. El Banco Central y el control de la inflación es, por supuesto, el mejor ejemplo. Sin embargo, no bastan los mecanismos de autodefensa para que el país avance. Una brújula estropeada y un liderazgo precario constituyen una mezcla demasiado mala.

No habrá continuidad del actual gobierno. Ese es el hecho rotundo. Y no solo porque el oficialismo carezca de un candidato competitivo, sino porque una clara mayoría ciudadana quiere un cambio de rumbo, encabezado por un gobierno muy distinto al actual. Si las fuerzas opositoras consiguen coordinar sus esfuerzos y ofrecer una alternativa política y programática que inspire confianza a esa mayoría, pueden ganar la elección presidencial del 2025, y conquistar también la mayoría en el Congreso.

¿Quiere decir que está definida la competencia del próximo año? De ningún modo. Pero, es evidente que la suma de las fuerzas de Chile Vamos y el partido Republicano, a la que pueden agregarse otros sectores, constituye un caudal electoral muy potente. Evelyn Matthei muestra una sólida posición en las encuestas, como también José Antonio Kast, mientras que el oficialismo aparece en lugares secundarios con dos “no-candidatos”, la expresidenta Bachelet y el alcalde Vodanovic.

¿Tohá, candidata de Boric? Es lo que parece. Y, por lo tanto, sería el rostro de la continuidad, claro que solo con dos o tres puntos en las encuestas. Dura tarea, por lo tanto, pero la ministra del Interior ha demostrado ser aguantadora. El PPD no se ve muy ilusionado, tampoco el PS. Y no puede descartarse que haya una primaria oficialista que sorprenda a todos y sea ganada por otro postulante.

Es muy intenso el anhelo ciudadano de que Chile tenga en los próximos años una jefatura del Estado respetable, solvente, que inspire confianza dentro y fuera de nuestras fronteras. Dicho de otro modo, un liderazgo coherente y con sentido de autoridad, que reduzca los factores de incertidumbre. La batalla principal es recuperar la seguridad pública y hacer respetar el Estado de Derecho en todo el territorio. Sin ello, cualquier programa de gobierno se volverá brumoso.

Habrá que inyectar dinamismo a la economía, alentar la inversión y la innovación, apoyar a los emprendedores, crear puestos de trabajo formales. Será necesario un gran esfuerzo para mejorar sustancialmente la salud pública, elevar la calidad de la educación preescolar y escolar financiada por el Estado, reducir el déficit de vivienda y hacer retroceder la pobreza.

El país entrará muy pronto en un clima de fuerte competencia electoral con vistas a la votación del próximo noviembre. O sea, dentro de solo 11 meses votaremos en la primera vuelta presidencial y elegiremos senadores y diputados. En el tiempo que viene, crecerá el deseo de dejar atrás la confusión, el desorden y el marasmo. (Ex Ante)

Sergio Muñoz Riveros