La ministra del Interior ha informado que ahora un aspirante podrá ingresar a Carabineros aún teniendo tatuajes. Es un signo de los tiempos. Si el presidente luce con orgullo el suyo, cómo vamos a impedirle a un joven que cumpla con su sueño de ser carabinero sólo porque se haya tatuado en el pecho la sigla ACAB (All Cops Are Bastards). No es una mala idea que los carabineros de tránsito se tatúen en la frente la orden perentoria “¡Documentos!”, ahorrándose la lata de pedirlos, o que las fuerzas especiales lleven un tatuaje que diga “Tírenle la molotov al del lado”. La verdad que sería un acto de honestidad política que Camila se tatúe “Devil wears Prada”.
El gobierno no ha entendido que la seguridad es hoy la prioridad número 1, 2 y 3 para los chilenos. Y este no es un problema de los ricos que circulan por las autopistas, como dijo una dirigente frenteamplista, sino que un problema transversal que afecta a los más vulnerables. Los colegios de las comunas céntricas recibían casi un 70% de niños de la periferia. Cuando le pregunté a una mamá de Cerro Navia porqué mandaba a su hijo al colegio en Providencia, atravesando medio Santiago, me dijo: “Porque no me lo cogotean”.
El gobierno no tiene la convicción para poner orden. Apoya una constitución que el día después de aprobarse termina con los estados de excepción en el sur; obliga a las FFAA a abandonar la región y acuartelarse, y facilita la entrada de inmigrantes en el norte. Pero además debilita a Carabineros y al Poder Judicial, permite que los delincuentes voten y sean elegidos y crea incentivos para que los indígenas (reales e impostores) entren en un espiral de reivindicaciones y tomas que solo puede terminar violentamente. Para algunos que no se la han leído, esta es la constitución de la ecología y la buena onda. Para mí -que, parafraseando al alcalde deslenguado, “me di la lata de leerla”- es la de la violencia y el desgobierno y cualquier virtud que pueda tener se verá opacada por sus defectos.
El gobierno tiene un problema de credibilidad. La gente recuerda al presidente Boric visitando asesinos en París, encarando a carabineros en la calle o celebrando una polera con el dibujo de un senador asesinado. Pero no está solo en eso. El Congreso homenajeó a la primera línea, criticó a Carabineros que, dicho sea de paso, terminó con más heridos que los manifestantes, y ahora discute una ley de amnistía para los malos y no incluye a los buenos (ex autoridades, carabineros, marinos y militares) que cumplieron con su deber de defender el orden público y su propia humanidad.
El orden y la seguridad no se logra con golpes de autoridad ni bajando los estándares de carabineros, sino que, al igual que la educación, es un ejercicio donde la constancia, la consistencia y el ejemplo logran su objetivo en el largo plazo. Restablecer la paz en Chile es un esfuerzo colectivo multifactorial que debe ser dirigido desde el Estado, pero liderado por el gobierno que no puede ser errático ni equívoco, sino que tiene que dar el ejemplo.
Como la gran marcha de Mao que empezó con un paso, acá debemos empezar por lo simple. Igual que Carabineros, la carrera de Pedagogía presenta miles de vacantes desiertas y una de las razones es la falta de respeto a la autoridad. Partamos por los colegios y el respeto a los mayores. Menos derechos del niño y más derechos del profesor y de los adultos, que tienen la obligación y el deber de educarlos, pero que, sin el respaldo de los apoderados, se hará imposible. Lo mismo el gobierno; el problema con carabineros no está en si tienen o no tatuajes. Necesitan apoyo político, jurídico y económico. Ellos sí son la primera línea y arriesgan su vida, familia y patrimonio por nosotros. Si el gobierno no los respalda, qué se puede esperar de la ciudadanía.
La violencia está desbordada. Si antes los delincuentes robaban furgones blindados, ahora asaltan furgones escolares. Por eso son importantes las señales. Queréllense contra los que balean a un ministro o contra los que amenazan al gobierno. Repongan el monumento de Baquedano y cuidenlo. Cambien los incentivos. Cero beneficios para los antisociales, eso incluye tierras, viviendas, becas, visas, indultos o amnistías. Modifiquen la ley indígena, que sólo crea y multiplica problemas sin solucionar ninguno. Y sobre todo, tatúense “rechazo”, para que esto no empeore. Cada uno verá donde se lo pone. (El Líbero)
Gerardo Varela