Diagnóstico errado- Rolf Lüders

Diagnóstico errado- Rolf Lüders

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Es tiempo de hacer evaluaciones. En materia económica el año que termina ha sido de escaso progreso. Es más, la tendencia de crecimiento de Chile en relación a aquella de los EE.UU. es ahora negativa, cosa que no sucedía desde comienzos de los años 80. La guinda de la torta la puso la agencia Fitch que, sin alterar por ahora nuestra clasificación de riesgo, juzgó negativa su perspectiva. ¿Nos inducirán a enmendar rumbo los malos resultados económicos del país?

La tasa de crecimiento económico de Chile, de acuerdo a la encuesta de expectativas del Banco Central, será este año de un 1,6 por ciento, el próximo año de un 2,0 por ciento, y en 2018 de un 2,7 por ciento. No se trata precisamente de un panorama halagador.

Esta baja tasa de crecimiento económico de Chile es la consecuencia de un diagnóstico profundamente errado. La Nueva Mayoría partió de la base que la pobreza había sido superada en el país y que el énfasis debía ponerse ahora en reducir las desigualdades mediante reformas cuyos objetivos generales, reducidos en el discurso a unos pocos slogans, fueran ampliamente compartidos por el electorado. No obstante, tal consenso se esfumó tan pronto se inició la implementación de las reformas, lo que se hizo con un claro sesgo ideológico y con escasa capacidad técnica.

La realidad era y es muy distinta a la diagnosticada por la Nueva Mayoría. En Chile aún hay un 20,9 por ciento de la población que es pobre multidimensionalmente (Casen 2015). Hay además millones de personas que apenas han superado el umbral de la pobreza y que en cualquier momento pueden volver a caer en ella. Por suerte podemos atacar el problema, pues sabemos que el crecimiento económico es un excelente instrumento a utilizar para superar exitosa y definitivamente la pobreza (Kraay, 2006).

Es cierto que la distribución del ingreso monetario en Chile sigue siendo relativamente desigual. Pero lo que no consideró la Nueva Mayoría en su diagnóstico es que tal desigualdad se ha estado reduciendo rápidamente en la última década y que está tendiendo inexorablemente hacia niveles normales en los países desarrollados. Además, el país tiene relativamente altos niveles de movilidad inter e intrageneracionales, incluso si nos comparamos con los EE.UU. (Sapelli, 2016).

Un diagnóstico equivocado indujo entonces al actual gobierno a imponer reformas orientadas a tratar de resolver un problema en vía prácticamente cierta de mejora -la injusticia social-, a costa del crecimiento económico del país. Como consecuencia estamos corriendo el riesgo de caer en el síndrome de los países de ingreso medio, que se quedan pegados en ese nivel. Afortunadamente hay ciertos indicios de que los graves problemas asociados a las políticas de reforma estructural y las externalidades que ellas han generado en materia de crecimiento económico, están alejando al gobierno de la retroexcavadora. En cambio, lo están induciendo a volver a buscar la amistad cívica y los consensos, un actuar que tantos buenos frutos nos dio unas décadas atrás. (La Tercera)

Rolf Luders

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