Diálogo de conversos

Diálogo de conversos

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Hay que agradecer a Roberto Ampuero y Mauricio Rojas por su libro «Diálogo de conversos». Se trata de un libro legítimo y necesario, se esté o no de acuerdo con sus contenidos, y con la postura política y filosófica de sus autores.

Es la misma gratitud que siempre he sentido hacia Ernesto Ottone y Sergio Muñoz Riveros por su magnífico libro «Después de la quimera». Es uno de mis libros de cabecera, hasta el día de hoy.

El primero trata del tránsito desde el marxismo (en su vertiente PC y MIR, respectivamente), al liberalismo. El segundo marca el tránsito desde el comunismo a la socialdemocracia. Ambos asumen una radical autocrítica hacia el marxismo y el comunismo, y hacia el gobierno de la Unidad Popular, con el que simpatizaron y en el que militaron activamente.

Lo que tienen en común ambos libros, a mi juicio, es la defensa de la reforma, como medio de transformación social, y la crítica de la revolución. Los autores tienen autoridad para hablar sobre la materia. Mal que mal, fueron portavoces y protagonistas, según reconocen descarnada y autocríticamente, de esa experiencia.

Ampuero y Rojas sienten el deber de reparar, influenciados por Isaiah Berlin, Karl Popper, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa. Se trata de un liberalismo de corte indiscutiblemente Tocqueviliano, vinculado a la fuerza y el potencial no solo del individuo, sino de la sociedad civil.

¿Qué tiene que decir un socialcristiano, como yo, en torno a una travesía que condujo a la socialdemocracia y al liberalismo, respectivamente?

Sintiéndome más cerca de aquella que de este, y admirando a los cuatro autores por el coraje moral y político de haber quemado las naves, me atrevería a decir lo siguiente.

Mi problema con el liberalismo es el que ya advirtió Jacques Maritain: queriendo ir tras el concepto de persona, el liberalismo arribó solo al concepto de individuo, en circunstancias de que la persona es a la vez individual y social.

Es una crítica radical, a la vez filosófica y política. No desconoce los avances y los logros del liberalismo. ¿Quién podría desconocerlos? No niega las vertientes que, dentro de la tradición liberal, incluyen un importante componente social. Es solo que el liberalismo habría quedado, por así decirlo, a medio camino. Se trataría de una verdad solo a medias.

Mi problema con la socialdemocracia es más sutil, porque me siento su compañero de ruta. El Chile de la Concertación (1990-2010); la socialdemocracia brasileña (mezcla del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso y del democratacristiano Franco Montoro); la Alemania de la «Gran Coalición» (democracia cristiana y socialdemocracia), en sus tres experiencias históricas de la posguerra, y la Italia del Partido Democrático, entre otros, son algunos de mis referentes, y ahí nos hemos encontrado democratacristianos y socialdemócratas.

El problema de la socialdemocracia, cuyos exponentes fueron acusados de renegados y revisionistas por los clásicos del bolchevismo jacobino, gira en torno al concepto de Estado de Bienestar. Al igual que el liberalismo, la socialdemocracia y el Estado de Bienestar pueden exhibir grandes logros, pero ninguno de ellos puede esconder sus falencias.

En definitiva, mi crítica al Estado de Bienestar es doble: por un lado, como su nombre lo indica, da a entender que el bienestar es, en definitiva, producto de la acción del Estado, y yo creo que el bienestar es producto, principalmente, del esfuerzo de las personas y las familias. Por otro lado, como la experiencia europea lo indica, de alguna manera postula que el bienestar de las personas está asociado a una serie de beneficios que, en la práctica, van sustituyendo el esfuerzo de las personas y las familias. En el extremo, el Estado de Bienestar lleva a una dependencia parasitaria. Personalmente, creo en una verdadera ética del esfuerzo y el trabajo, como la base del bienestar.

No deja de ser interesante que, hacia el final del libro, llamado a definirse, Mauricio Rojas (ex MIR) opte por la economía social de mercado, creación de pura cepa democratacristiana, monopolio de nadie, invitación a todos. Hay muchos puntos de convergencia y de divergencia con los cuatro autores señalados. Lo importante es que este diálogo entre liberales, socialdemócratas y socialcristianos parte del rechazo hacia el paradigma de la revolución, y una defensa del camino de la reforma. Es un buen comienzo.

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