Por mucha buena voluntad que se ponga para juzgar la gestión de Gabriel Boric como Presidente de la República, no es posible ignorar que tiene problemas para desempeñar el cargo. Se ha hecho evidente que el peso de la jefatura del Estado es excesivo para sus espaldas, lo cual, probablemente, está ligado a ciertas dificultades personales que arrastra. Ello se refleja en sus frecuentes cambios de opinión, sus gestos desproporcionados al responder críticas, su empeño de individuación.
Recién instalado en La Moneda, contó que había reflexionado acerca de si dejaba o no un retrato de Bernardo O’Higgins en el despacho presidencial, episodio revelador de muchas cosas al mismo tiempo. Seguro que no pensó en el efecto de sus palabras, pero eso mismo lleva a recelar de la percepción que tiene de la realidad y de sí mismo.
Recordemos que el 11 de marzo, en el momento en que iba a recibir la banda presidencial, se dio unas vueltas extrañas detrás del Mandatario saliente. Y lo que hizo el 18 de septiembre, en el Tedeum, cuando en medio de la misa los asistentes se pusieron de pie, y él, en primera fila, giró hasta casi darle la espalda al altar y se quedó allí, extático, lo que puso nerviosas a las ministras que estaban cerca (minuto 1:09:29 de la ceremonia). ¿Qué fue todo eso? ¿Es efectivo que son manifestaciones de Trastorno Obsesivo Compulsivo?
Perjudicó el interés nacional en los penosos incidentes que protagonizó con el Rey de España, con John Kerry y con el embajador de Israel, que no solo demostraron “desubicación” política, sino cognitiva. Fue insensato que propusiera a los países de la región “condicionar las exportaciones” para presionar a las naciones desarrolladas en el terreno medioambiental.
Su afán de dar testimonio de rupturismo refleja su manera de razonar políticamente (allí están los videos de sus tiempos de diputado para corroborarlo), pero quizás todo ello es también expresión de una aguda inseguridad, que parece haber sido potenciada por la experiencia de llegar a la Presidencia antes de tiempo.
El mayor error de Boric pudo ser catastrófico. Respaldó indolentemente el proyecto de Constitución elaborado por el FA y el PC en la Convención, el cual, si hubiera sido aprobado, pudo llevar a Chile a una crisis mayor. ¿Inconciencia? ¿Ideologismo? ¿Confusión entre lo real y lo imaginario? Tal vez, todo junto. En los hechos, unió la suerte del proyecto constitucional con la del gobierno y, por ende, recibió directamente el impacto del Rechazo. La pregunta es inevitable: ¿está realmente en condiciones de gobernar?
Corresponde tener consideración por Boric en términos humanos, pero no podemos hacer como si los problemas no existieran. La estabilidad y la gobernabilidad son asuntos vitales. También la seguridad de la nación. Ello exige que las instituciones democráticas estén muy alertas respecto de los riesgos que están a la vista. (La Tercera)
Sergio Muñoz Riveros