Domingo por la noche, en Santiago de Chile. Un grupo de personas asalta un comercio del centro de la ciudad. Los delincuentes intimidan a los propietarios con armas de fuego mientras roban el dinero del establecimiento. Meses antes, ese mismo local sufre extorsiones por parte de una banda vinculada al crimen organizado. Ofrecían seguridad a cambio de una suma de dinero. Los comerciantes no aceptaron, con lo que el grupo quemó el establecimiento.
«Este es un panorama desconocido en la tradición chilena, porque hasta hace unos años había sido un país relativamente tranquilo y los indicadores han ido mostrando que hay un deterioro en la seguridad», dice Iván Garzón, investigador senior en la Universidad Autónoma de Chile, en entrevista con DW.
A falta de que las autoridades resuelvan si hay vínculos entre la banda de extorsionadores y el robo del domingo, expertos consultados por DW indican que es un ejemplo más del auge criminal en el país latinoamericano.
MÁS ALLÁ DE UN ASALTO
Las extorsiones a comercios a manos de bandas nacionales y extranjeras «no son casos aislados en Santiago ni en otras regiones», dice a DW Diego Sazo, investigador del Instituto Violencia y Democracia (Chile), sino que forma parte del «método habitual de grupos criminales», pues este sistema «les asegura un financiamiento regular y de bajo riesgo».
«Todas las cifras oficiales confirman una propagación de estos métodos violentos», recalca Sazo. Por un lado, los secuestros aumentaron un 68% de 2021 a 2022, mientras que las extorsiones se incrementaron un 37% en el mismo período, añade el experto, aunque augura que las cifras de este delito son mayores debido a la forma en la que se ejecutan, a veces por mensajes o llamadas anónimas, sin que se produzca un contacto directo con la víctima.
Datos del Ministerio Público chileno concluyen que en el primer semestre de 2023 se registró una tasa de 3,2 víctimas de homicidios consumados cada 100.000 habitantes, es decir, de 633 personas, una disminución respecto a las 651 víctimas contabilizadas en el mismo período del año anterior.
CRIMEN ORGANIZADO
Según el último informe del portal InsightCrime de 2023, Ecuador lidera la tasa de homicidios en América Latina, con 44,5 homicidios por cada 100.000 habitantes, seguido de Honduras, Venezuela, Colombia y México. Muy por debajo se sitúa Chile, con un 4,5.
Si bien los datos no muestran un panorama tan desolador ante el crimen organizado como en México o Colombia, varios informes indican que en Chile se están produciendo analogías «alarmantes» en cuanto a prácticas vinculadas con estos crímenes.
El Índice Global de Crimen Organizado de 2023, publicado por la agencia Global Initiative, remarca que se han observado «indicios de control territorial por pandillas criminales», al igual que «otros fenómenos poco habituales en el país como los ‘narcofunerales'», es decir, funerales de miembros vinculados al narcotráfico.
Para entender el origen de esta violencia criminal en el país, los expertos manejan varias hipótesis. Diego Sazo, que también es investigador en la London School of Economics (Reino Unido), plantea, por un lado, la exposición de Chile a un mayor flujo de drogas, cuya producción y tráfico se ha movido hacia el sur del continente.
A esto se suma la propagación de otros mercados ilegales -como el tráfico de personas o el lavado de dinero- especialmente tras el estallido social de 2019 y la pandemia de COVID-19. Expertos coinciden en ese período como un punto de inflexión en el país al haber un «vacío de poder», indica Matías Garretón, investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (Coes), con sede en Santiago.
Por aquel entonces, los Carabineros seguían bajo una estela de desprestigio tras las protestas de un año antes y tampoco había tanto control en las calles, ya que los esfuerzos estaban dedicados al control sanitario. «Ahí se produjo la oportunidad de expandirse, de diversificar las actividades criminales», dice Garretón a DW.
Por otro lado, la llegada de bandas extranjeras, como el Tren de Aragua (Venezuela), Los Pulpos (Perú) y los Espartanos (Colombia), «ha introducido repertorios de violencia extrema en los enfrentamientos entre bandas», indica Sazo a DW.
Con todo, los expertos hablan de un contexto de «degradación significativa», reflejado en el recrudecimiento de la violencia criminal en los últimos cinco años. Sazo describe los patrones de esta violencia criminal en un mayor número de sicariatos, desmembramientos, aumento y sofisticación de armas, y confrontación letal de grupos criminales con fuerzas del orden.
CHILE, ¿ES REALMENTE UN PAÍS INSEGURO?
Pese a las cifras -que únicamente muestran datos objetivos – el país «se mantiene como uno de los más seguros y menos violentos dentro de América Latina», indica Sazo y reconoce que hay situaciones que permiten contener el pesimismo, como la «resiliencia de las instituciones chilenas».
Garretón discrepa y opina que «la capacidad de reacción del Estado es mucho más lenta que la capacidad de crecimiento del crimen organizado», por lo que aboga por destinar mecanismos de incautación al lavado de dinero para frenar el sistema financiero de estas bandas, aspecto clave de su funcionamiento.
Para Iván Garzón, que también es doctor en Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica Argentina, «el gran riesgo que corre Chile es ‘mexicanizarse’ o ‘colombianizarse'». Añade que el temor radica en que «los tentaculos del crimen organizado lleguen al sistema político y a la sociedad civil, donde por miedo o por connivencia los dejen actuar».
Desde su perspectiva, la sociedad chilena todavía está en «fase de negación», sin un diagnóstico claro del por qué de este deterioro, por lo que son necesarios trabajos de inteligencia y cooperación, tender redes de apoyo y «aprender de países que han lidiado con estos fenómenos», dice.
El Índice de Paz Global de 2023, que identifica los países más seguros y peligrosos del mundo, sitúa Chile en el cuarto puesto en el ranking de seguridad en América Latina, después de Costa Rica, Uruguay y Argentina. (DW)