La reciente ley corta de isapres ha generado molestia en los afiliados debido a los montos y plazos de las devoluciones. Esto ocurre a pesar de que era evidente que para la gran mayoría no implicarían grandes cantidades. ¿Qué explica entonces tanta desazón?
Por una parte, las expectativas generadas por el Gobierno y los políticos debido a su pobre comprensión de los alcances de esa ley y su tendencia a distorsionar los hechos, sobreestimar los beneficios, subestimar los costos y sobredimensionar los logros de su gestión y trabajo legislativo. Por otra, la diferencia entre cómo deberían hacerse las políticas públicas versus cómo se hacen actualmente.
Las políticas deberían hacerse siguiendo un proceso secuencial de tres etapas.
La primera consiste en hacer un diagnóstico cuidadoso que permite un objetivo bien definido en términos de beneficiarios y beneficios, para con ello hacer una propuesta técnica que estipule claramente los montos, la factibilidad técnica, los mecanismos a emplearse y los criterios de evaluación de resultados. Esta etapa debe ser llevada a cabo por los expertos, utilizando la evidencia científica comparada, los conocimientos teóricos adecuados y el contexto sociocultural donde se aplicará.
La segunda etapa corresponde a la negociación entre las fuerzas políticas. Esta impondrá restricciones que resultarán en una política implementable pero técnicamente inferior a la original. Establecidas estas restricciones, los negociadores deben discutir con sus respectivos asesores técnicos si los costos impuestos por aquellas superan o no los beneficios de implementar la política acordada. Si no los superan, las restricciones deben ser aceptadas y la política implementada.
La tercera etapa es comunicar a los ciudadanos los beneficios y costos de aquella, sus beneficiarios y los afectados, en forma clara y en total consistencia con lo estipulado técnicamente. Cosa que no ocurrió con la ley corta.
¿Cómo se hacen las políticas hoy en Chile? Los técnicos no son tales, sino más bien activistas de las ideas de los partidos en que militan. El diagnóstico se hace en función de los objetivos políticos, y la negociación no respeta los elementos técnicos fundamentales; priman las visiones, deseos y sentires. Esto, sumado a la pulsión de los políticos por asignar responsabilidades a los adversarios por los problemas de las políticas aprobadas o la no implementación de las rechazadas, se ha traducido en un descontento permanente de los ciudadanos con el Estado y la política, producto del desajuste entre lo prometido y lo obtenido. Este descontento retroalimenta el proceso, el cual se va perpetuando en el tiempo y no permite una discusión racional e informada. La reforma de pensiones propuesta por el Gobierno, así como su primera propuesta de reforma tributaria, son excelentes ejemplos.
Hacer políticas públicas que cumplan sus objetivos y aporten al progreso sostenido del país es un arte y como tal requiere balancear cuidadosamente lo técnico con lo político y atender las sutilezas y detalles involucrados, lo cual demanda políticos que tengan el capital humano para comprender su rol.
Lo que ayer era obvio, hoy es impensado. (El Mercurio)
Felipe Balmaceda