El brindis del olvido

El brindis del olvido

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«Brindo, agradecido, porque tuve suerte y no escuché sus aullidos en el momento en que, desnuda y manoseada, le pusieron electricidad en las partes más íntimas de su cuerpo. En ese momento yo solo oía tintinear mis monedas de plata, y no tenía ojos ni oídos para advertir la ominosa presencia del mal. Alzo mi copa porque soy parte de la derecha civilizada: voté ‘No’ en el plebiscito, apoyé al gobierno de Piñera, y mañana parto a los lagos del sur con regalos para mi gente. Brindo porque nunca he hecho nada realmente malo y hoy elevo mi gratitud por lo bueno que soy».

«Yo, en cambio, brindo por haber votado que ‘Sí’, como todos los pinochetistas. Eran otros tiempos, el Muro no había caído, y el Pronunciamiento nos había salvado de las garras del marxismo. Me alabo porque yo puse ‘lo cívico’, en este asunto cívico-militar: arreglé la economía, logré la paz con Argentina, acumulé riqueza que chorreará sobre los pobres, formé empresas y le cambié el pelo a este país. Celebro agradecido el no haber tenido que ensuciarme las manos en esta enojosa cuestión, y he permanecido limpio y bueno».

«Yo brindo porque soy la izquierda, la inmaculada, la del afán insaciable de justicia. Si ayer llamé a la lucha armada y admiré a Fidel, no puedo arrepentirme: fue por amor a esa justicia. Cuando gritaba: ‘El momio al paredón, la momia al colchón’, ponía al descubierto los anhelos más profundos de nuestro pueblo, de ese pueblo débil y oprimido que de vez en cuando necesita una satisfacción. Después pasó lo inexplicable, el mal absoluto, la conspiración letal; fue la obra maligna de la CIA y la ITT en los cerebros de unos milicos sedientos de poder. Se lanzaron contra mí, que meses antes los había sacado de sus cuarteles y les había dado los mejores ministerios para salvar al gobierno popular: a ellos, los malagradecidos».

«Ahora brindamos los jueces, el brazo de la justicia, la misma que ha determinado que los réprobos son esos uniformados que cayeron de repente desde otro planeta, y cubrieron nuestro país de sangre y fuego. Somos nosotros, los incorruptibles, que hemos decidido que la justicia importa mucho más que la verdad; nosotros, que un día dijimos que los desaparecidos nos tenían «curcos», ahora pronunciamos sentencias donde se dice que los muertos de ayer están hoy secuestrados; sabemos que es falso, pero por amor a la justicia nos hemos convencido de que eso no es corrupción. Hoy brindamos, agradecidos, porque entendimos que quien estaba donde no debía estar, tenía necesariamente que saber lo que, muchas veces, no podía saberse. Damos gracias a Dios por habernos delegado el don de su omnisciencia».

«Ha llegado nuestro turno, el de los presidentes y ministros de los últimos 25 años. Brindemos porque hemos tenido el valor de negar a esos presos miserables incluso los beneficios que concedemos a los que violan, a los pedófilos, a los asesinos en serie. Con estos leprosos jurídicos es distinto. Como no tenemos las manos manchadas con sangre, seguiremos resistiendo los clamores de nuestra conciencia, cerraremos los ojos ante el espectáculo de unos viejos que deambulan por Punta Peuco a la espera de la muerte; nos negaremos a albergar cualquier compasión; por más que muchos de los nuestros la hayan pedido un día, llorando de rodillas».

«Es hora de que alcemos las copas nosotros, los jóvenes, agradecidos por no haber nacido en aquellos tiempos fanáticos. Hoy, nosotros cuidamos la ecología, construimos mediaguas, disfrutamos de las minas más bonitas, exigimos nuestros derechos y utilizamos la marihuana para fines recreativos. Brindemos conmovidos por lo buenos que somos».

«Le corresponde el turno a mi brindis. Soy la Democracia Cristiana, que ha llevado el nombre del Hijo de Dios a la política, movida por el puro interés de su gloria sacrosanta. Doy gracias porque en 1964 no cambié una coma de mi Programa ni por un millón de votos; porque en 1973 tuve la sabiduría para estar con el Golpe justo el tiempo necesario; porque mis fundadores defendieron en la Dictadura toda la vida humana sin admitir excepciones, mientras que en 2016 tengo la clarividencia para distinguir que en ciertas hipótesis la vida humana sí puede ser exterminada».

«Termino brindando yo, el columnista que siempre encuentra una buena excusa para no visitar a los presos más despreciados de Chile. Brindemos, chilenos, porque casi todos somos tan buenos». (El Mercurio)

Joaquín García-Huidobro

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