Claudio Orrego fue, durante mucho tiempo, el hijo pródigo de la política chilena. Llamado a ser el salvador de la corriente socialcristiana nacional. Con un currículum edificado para aspirar a las más altas cumbres de las magistraturas chilenas: best georgian, Derecho PUC, Presidente FEUC, precursor en el ámbito político de la redentora práctica jesuítica de ir a vivir una temporada con los pobres, que permeó hasta en los Tomás Vodanovic de nuestra época, para así exorcizarse de los privilegios y reforzar una vocación social. Postgrado en políticas públicas en Harvard.
El ex dirigente DC, hizo todo lo que el decálogo del Chile de fines de los 90 y principios de los 2000, establecía que había que hacer. A simple vista, nada podía salir mal para Orrego, siempre optimista, sonriente, y de ethos buenista, su camino parecía pavimentado para el éxito.
El problema del ex líder DC evidentemente, en ningún caso, pasó por ausencia de credenciales ni galardones para el ejercicio del poder.
Esto se reflejó tras ser tempranamente nombrado en el año 2000 como biministro de Vivienda y Bienes Nacionales, por Ricardo Lagos, transformándose en uno de los ministros más jóvenes desde el retorno de la democracia, con 33 años.
Lagos, quizás premonitor respecto de los defectos de Orrego, lo sacaría tras 9 meses en el cargo. En el libro Yo Presidente. Historia de liderazgos de cinco gobernantes, el ex Presidente narra que lo nombró ministro, encandilado por su currículum, el que consideró brillante, “pero era tan brillante, ¡que se llevaba haciendo planes! Yo le decía: Ministro, tiene que hacer casas!”, aunque luego, Lagos valoraría el rol del joven abogado.
A la luz de la gestión de Orrego como gobernador, parece que Lagos no estaba tan equivocado.
No te re-co-noz-co, Claudio.
Quien, de modo visionario, también advertiría los defectos del liderazgo de Claudio Orrego sería el ex ministro de Hacienda Andrés Velasco. Transcurría el año 2013. Primarias presidenciales de la Nueva Mayoría. Era el momento en que Orrego tenía que mostrar respeto por la figura de Bachelet, mas no subordinación. Pero no lo hizo.
Orrego, ante la amenaza de verse derrotado por Velasco, le sacó en cara su pasado tecnocrático al ex Ministro de Hacienda, ante lo cual, Velasco sorprendido respondió con un incisivo “No te re-co-noz-co, Claudio”.
De esa primaria, sólo quedaría el recuerdo de su slogan: “Creo en Dios”. Tras esa campaña, muchos dejarían de creer, no en Dios, sino en Orrego. Después de esas primarias, el Síndrome del Impostor, entendido como esa sensación de falta de capacidades para acometer un objetivo pese a tener todas las condiciones para aquello, se haría presente en el derrotero político de Orrego.
Tras su derrota, en el penúltimo lugar, superando sólo al radical José Antonio Gómez y siendo derrotado por Andrés Velasco, Orrego recibiría como premio de consuelo de Michelle Bachelet la Intendencia de la Región Metropolitana.
Durante aquella época su principal discurso fue que Santiago necesitaba una nueva figura: un “alcalde mayor”. Finalmente, ese intento no prosperó, pero la recién estrenada figura del gobernador regional, le caería como anillo al dedo.
La derecha salva a Orrego
En 2021, en una campaña atravesada por la pandemia, un halo octubrista que aún contaminaba el clima político, y con la derecha en el suelo, Orrego pasaría a una segunda vuelta en contra de la candidata del Frente Amplio, Karina Oliva.
Una elección en la que Orrego recibió permanentemente una artillería pesada en su contra por parte de los líderes del Frente Amplio, quienes lo tildaron de oligarca, hasta que días antes de la celebración de la segunda vuelta se destapara el gran escándalo, en el que se dieron a conocer las groseras irregularidades en la rendición de cuentas de campaña por parte de la líder frenteamplista y militante de Comunes, partido al que posteriormente incluso el Servel llegaría a solicitar su disolución.
Tras dicho evento, Orrego ganaría en una elección dramática que se revirtió en el último minuto, contra todas las encuestas y tendencias estadísticas de estabilidad en las preferencias en el escrutinio de votos.
Fue el electorado de derecha quien salvó a Orrego de una nueva caída: ser derrotado, esta vez, por una candidata poco preparada y acusada de corrupción.
¿De qué manera Orrego devolvió la mano a ese electorado?
Los electores de derecha que votaron por Orrego y le dieron su triunfo en 2021, lo hicieron como un mal menor, con la esperanza de que al menos contendría el avance del frenteamplismo en las cúpulas del Gobierno Regional. Cuestión que, por cierto, el Gobernador no ha hecho.
Craso error, ante una agenda negativa para el país, el deber de un político es cambiar el sentido de esa dirección, no tan sólo la velocidad en que se produce el daño. El problema es que Orrego nunca ha intentado cambiar ese sentido.
El actual gobernador, no sólo hizo un llamado a votar Apruebo en el plebiscito constitucional del 4 de septiembre de 2022, sino que hizo algunos gestos hacia ese mundo, abrazando, por ejemplo, la absurda idea de que era la ciudad la que tenía que adaptarse a la violencia, y no los violentistas cambiar su incivilizada actitud respecto de la ciudad, su historia y patrimonio.
El ex alcalde de Peñalolén es hoy el principal promotor del antiestético proyecto Alameda-Providencia que cambiará toda la fisonomía de la Plaza Baquedano, sepultando aún más el monumento al Soldado Desconocido. Remodelación que tampoco contemplaría la reposición de la estatua monumento al General Baquedano, héroe de la Guerra del Pacífico.
Del Síndrome del Impostor al Síndrome de Estocolmo
Hoy, en un escenario político más dinámico, con fuerzas como Demócratas y Amarillos, que ante la desoladora deriva programática ofrecida por la nueva izquierda, al menos tuvieron valentía de cruzar el Rubicón y rebelarse a la permanente condición de ser vagón de cola de la izquierda, Orrego, perfectamente podría haberse animado a seguir dicha senda, como muchos de sus ex camaradas de la DC. Pero no lo hizo.
El gobernador es quizás el retrato más pulcro del Síndrome de Estocolmo en política. De hecho, durante esta semana, Orrego recibió con gusto el apoyo de un grupo de alcaldes del Frente Amplio. Sí, lee bien. Los mismos que, no sólo no lo apoyaron para ser gobernador, sino que lo basurearon en su campaña ante Oliva. Esto ha llegado al límite de que Orrego incluso ha “valorado”, como declaró en un matinal, la gestión de la comunista Irací Hassler en la comuna de Santiago.
Dime con quien andas y te diré quién eres…
Ya es tiempo que el electorado de derecha deje de caer en la trampa de candidatos sin capacidad efectiva de contrarrestar el severo deterioro a la calidad de vida, en este caso, de la Región Metropolitana.
Algunos dirán “sucede que Orrego no tiene la facultad para aquello”. La pregunta sería entonces ¿para qué tenemos gobernadores? No se trata de un asunto de facultades. Se trata, más bien, como siempre con Claudio Orrego, de una cuestión de carácter. (Ex Ante)
Jorge Ramírez