Como parte del Directorio de la Asociación de Emprendedores de Chile, tuve la oportunidad de juntarme con casi todos los candidatos en estas elecciones, y es transversal el consenso en torno a que las Pymes son cruciales para el desarrollo de nuestro país. Sin embargo, emprender sigue siendo una tarea titánica y no vimos a ningún candidato abrazar esta consigna con fuerza. Convertir a Chile en el mejor país para emprender del mundo no cuesta billones de dólares, sino que sólo la decisión de emparejar la cancha frente a las grandes empresas.
Pasa por declarar el emprendimiento como un derecho social, asegurando que cualquier chileno que quiera esforzarse y construir algo desde cero pueda hacerlo.
Lamentablemente esto hoy no es así. Puede que constituir una empresa tome sólo un día, pero a veces se siente casi como una trampa. Uno no alcanza a festejar con emoción su número de RUT, cuando ya empieza a lidiar con el SII, notarías, abogados, contadores, problemas comerciales y flujo de caja.
Como si fuera poco, nadie te quiere prestar plata, tus clientes te pagan a 90 días, uno de tus dos empleados se enferma y para reactivar internet tienes que ir en persona por ser el representante legal. Y no puede faltar la Inspección del Trabajo acusándote de negrero, cuando quienes trabajan contigo son más cercanos que la familia, pero metiste las patas por no asesorarte con un abogado. Lo mismo se repite con otras formalidades, y arreglarlas es ridículamente caro. Mejor ser informal.
Hay más de 47 mil familias viviendo en campamentos y el derecho a emprender es probablemente la herramienta de movilidad social más efectiva en el corto plazo, así como lo es la educación en el largo. Emprender hace la diferencia entre soportar un mal trato laboral y renunciar, sabiendo que el trabajo bien hecho tiene una recompensa.
Emprender es un relato cultural que encarna la meritocracia y la excelencia que necesita Chile para transformarse en un país desarrollado. Emprender es el ingrediente que es capaz de equilibrar el mercado laboral, en uno que castiga a los talentosos sólo por no salir de la universidad correcta. Emprender termina por desterrar los vestigios de una sociedad aristocrática que aún se fija en los apellidos.
Los miles de vendedores ambulantes, diseñadores independientes o panaderos, no necesitan que los ayuden, sólo piden que no se la hagan imposible. Tal como cualquier empresa buena les hace la vida fácil a sus clientes, ¿por qué el gobierno no puede hacer lo mismo con sus emprendedores? Sólo se necesita visión y ganas para levantar el emprendimiento como un derecho social, lo que sería un golazo de media cancha para el desarrollo de nuestro país.(DF)
Tomás Sánchez