La economía global sigue deteriorándose, afectada por menores impulsos fiscales, el deterioro en las condiciones financieras; la prolongación de la invasión rusa y sus efectos en la incertidumbre y en los precios de energía, combustibles, alimentos y materias primas; los severos confinamientos en China; los efectos de las altas inflaciones en los ingresos reales de los hogares; y un (nuevo) deterioro en las cadenas de suministro.
Entre los países grandes, Estados Unidos sigue mostrando una demanda agregada robusta, con un consumo privado que se sigue expandiendo –apoyado en ahorros acumulados durante la pandemia y un mercado laboral sólido– y una inversión robusta –apoyada por las buenas utilidades de las empresas y las necesidades de expansión de capacidad–. Con todo, el sector inmobiliario se ha estado desacelerando, afectado por el deterioro en las condiciones crediticias en anticipo a alzas de tasas de la FED. Aunque el PIB se contrajo en el primer trimestre un 0,4% con respecto al trimestre anterior, esto se explica principalmente por el aumento en las importaciones netas y una caída de inventarios.
La Zona Euro (ZE) ha estado perdiendo impulso, afectada por el nuevo shock de precios de energía y alimentos y la incertidumbre asociada a la invasión rusa, dada su proximidad a la zona de conflicto. Por su parte, China se desacelera con fuerza. En abril, la producción industrial se contrajo un 7% con respecto al mes anterior y las ventas al detalle un 9,9%. Su desaceleración tiene causas que van más allá del aumento de los confinamientos e incluyen el ajuste de su sector inmobiliario –en respuesta a las restricciones crediticias que enfrenta–, y el ajuste de su sector tecnológico bajo el peso de nuevas regulaciones. Además, China ha introducido limitados estímulos fiscales esta vez y ha sido más cauta en bajar la tasa de interés, preocupada por un alza de la inflación y la fuga de capitales frente al aumento en las tasas de la FED.
De otra parte, las tasas de inflación, antes de la invasión rusa, eran altas como resultado de la expansión de la demanda resultante de las muy expansivas políticas fiscales y monetarias de apoyo durante la pandemia, especialmente en Estados Unidos, el gran salto en la demanda de bienes y los continuos problemas en las cadenas globales de suministro. Una vez comenzada la invasión, la inflación global recibió un nuevo impulso, producto de los shocks de precios resultantes de ese evento, de las restricciones a las exportaciones de varios países y de los nuevos problemas en las cadenas de suministro. Frente a esto, los principales bancos centrales están reaccionando con políticas más restrictivas para evitar una aceleración de la inflación, que termine en un costoso aumento de las expectativas de inflación.
Así, en Estados Unidos, la minuta de la FED publicada esta semana, revela que los miembros de su Comité de Política Monetaria planean hacer dos alzas de tasa, de medio punto porcentual cada una, en las próximas dos reuniones, y Powell, su presidente, afirmó recientemente que harán todo lo necesario para llevar de regreso la inflación a un 2%. Por su parte, el Reino Unido, que tiene una situación inflacionaria parecida a la de Estados Unidos, inició las alzas de tasas con anterioridad y lo continúa haciendo. Además, también experimenta el shock adicional de una menor integración con la Unión Europea como consecuencia del Brexit. En tanto, en la ZE, el alza de la inflación ha estado más afectada por el alza de precios de la energía, pero igual el BCE comienza a mostrar una mayor preocupación por la alta inflación y se prepara para comenzar a reducir los estímulos. En contraste, Japón y China han sido una importante excepción a las alzas de la inflación.
En estas circunstancias, las proyecciones de crecimiento global han estado experimentando importantes correcciones a la baja en un marco de alta incertidumbre. Incluso la palabra recesión se hace cada vez más frecuente. Con todo, una recesión en Estados Unidos es menos probable que una recesión en la ZE. China, de otra parte, está experimentando una importante desaceleración, pero es poco probable también que termine en una recesión.
Pasando al caso chileno, el deterioro del entorno externo se da cuando la economía está en plena desaceleración como consecuencia de políticas necesarias para corregir los desequilibrios macroeconómicos, generados a partir de cuantiosos apoyos fiscales y crediticios y del retiro de ahorros acumulados en los fondos de pensiones. Las alzas de tasas y la política fiscal restrictiva están contribuyendo a desacelerar la demanda y disminuir la brecha entre el PIB y su nivel potencial. Destaca la contracción que experimentaron tanto el PIB como la demanda final en el primer trimestre de este año. La contracción de la demanda final afectó tanto al consumo privado como a la inversión, especialmente a esta última.
En la categoría consumo privado, destacan dos trimestres consecutivos con caídas en el consumo de durables y el progreso de la recuperación de los servicios. En cuanto a la inversión, todos sus componentes se contrajeron en el primer trimestre, afectada por las alzas de tasas y la alta incertidumbre reinante. Es muy probable que el PIB se vuelva a contraer con respecto al trimestre anterior en el segundo y tercer trimestre. Sin embargo, a pesar del avance en reducir el sobrecalentamiento, la inflación ha seguido aumentando, principalmente por el nuevo shock de precios internacionales. El sobrecalentamiento –aún presente–, las alzas de la inflación y sus expectativas y los mecanismos de indexación aumentan el riesgo de que la alta inflación se haga más duradera, con altos costos para los hogares más pobres, para la eficiencia en la asignación de recursos y el crecimiento.
Ante este escenario, el Banco Central ha continuado subiendo la tasa, llevándola a 8,25%. Dada la aceleración reciente de la inflación y el mayor riesgo de que esta se haga más persistente, el Banco Central debería seguir subiendo la tasa, aunque las futuras alzas debieran ser más moderadas, dada la desaceleración global y local. Así, el ciclo de alzas podría concluir con una tasa en torno al 9% en los próximos meses.
Además del problema del deterioro externo, de inflación y de la desaceleración económica, el Gobierno enfrenta otras dificultades, como el aumento del terrorismo en la Araucanía, de la delincuencia y de la violencia urbana, y la incertidumbre institucional asociada al proceso constitucional en curso.
Sin una Constitución y leyes que hagan posible tener un Estado que funcione, con instituciones sólidas, derechos de propiedad robustos, el respeto de la Ley, estabilidad macroeconómica y financiera, una economía competitiva e integrada al mundo, y un ambiente favorable a la inversión, va a ser muy difícil retomar tasas de crecimiento que nos permitan seguir avanzando en satisfacer en forma sustentable las demandas sociales, independiente de cualquier lista de derechos que se persiga garantizar. (El Mercurio)
Vittorio Corbo