El fin de un ciclo-Claudio Hohmann

El fin de un ciclo-Claudio Hohmann

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El estudio de la revista The Economist sobre el desempeño de las 37 economías de la OCDE en el año 2024 -al que me referí la semana pasada- concluye con el notable resurgimiento de algunos países que no hace tanto se debatían en una crisis que parecía no tener salida, o que los condenaría a un largo período de estancamiento y postración. Los casos de España, Italia y Grecia, se muestran como ejemplos de ese resurgimiento. 

Sobre todo en el último caso, de una economía que experimentó un colapso cuya gravedad y profundidad no es posible exagerar. Hace poco más de diez años en el horizonte de los griegos sólo asomaban décadas de penurias económicas y la más honda depresión, en un país que había gozado de los generosos aportes del ahorro externo que le era provisto a raudales por sus socios de la comunidad europea, y de una pavorosa malversación de las cuentas fiscales elevada a la categoría de política de estado.

Pues bien, la economía griega aparece en el citado estudio entre las cuatro de mejor desempeño en el año que termina. A su vez España, a la que la crisis subprime maltrató con severidad hace quince años, encabeza el ranking elaborado por el citado estudio. Lo mismo se puede decir de Italia, también sometida a una crisis que la tuvo al borde de la cornisa durante la década pasada, posicionada ahora entre las cinco mejores.

Lo que esto nos enseña es que los países, y sus economías, pasan por ciclos que se extienden por plazos mucho menos prolongados que los que se auguran cuando una severa crisis les da la partida. Y es que las crisis económicas, y también políticas, en la mayoría de los casos no duran para siempre ni mucho menos. Las instituciones -sobre todo las de la democracia- juegan un rol relevante para salir del atolladero, de la mano de la iniciativa política sin titubeos para realizar los cambios necesarios a una velocidad superior a la normal.

Es lo que podría estar a punto de pasar en Chile, esto es, el cierre de un ciclo y el inicio de otro muy distinto al que lo precede. En efecto, la crisis institucional gatillada por el estallido social dio origen a un ciclo que -todo indica- se cerrará en diciembre del próximo año con la elección del noveno gobernante de la nación desde la recuperación de la democracia en 1990. Atrás quedará el apoyo que una parte no menor de la sociedad chilena brindó a la violencia. También el gobierno de la nueva izquierda elegido al calor de los delirios refundacionales que se echaron a volar entonces, y de paso el fallido intento de reemplazar la “Constitución de los cuatro generales”. Y para qué decir de los ánimos de decrecimiento que por momentos embriagó a ciertos personeros que desembarcaron en el gobierno. Todo eso quedará definitivamente atrás y sin solución de continuidad cuando elijamos en un año más al gobernante que sucederá a Gabriel Boric. El viento octubrista, que impulsó a las alturas a la Convención Constitucional y al gobierno de Apruebo Dignidad, habrá dejado de soplar casi completamente para entonces.

Según el referido estudio de la revista The Economist, el desempeño de la economía chilena en 2024 se posicionó, comparativamente, en una posición privilegiada -onceava entre las 37 de la OCDE-. El nuevo ciclo, en el que crecimiento económico volverá a ser un objetivo fundamental de la política pública, podría tener entonces una buena partida. Pero como enseñan los casos exitosos de España, Grecia e Italia, el sistema político tiene que hacer que hacer su trabajo. En ninguno de esos tres casos, sobre todo en el de Grecia, fue miel sobre hojuelas. (El Líbero)

Claudio Hohmann