El impacto marítimo del conflicto del Medio Oriente en Chile-Richard Kouyoumdjian

El impacto marítimo del conflicto del Medio Oriente en Chile-Richard Kouyoumdjian

Compartir

Independiente de que la forma en que el Presidente de la República y la Cancillería manejen lo que ocurre en Gaza, donde se han inclinado claramente hacia un lado, y que queda muy claro en la columna que publicó en este medio José Rodríguez Elizondo el 15 de enero, la que recomiendo leer, lo que ocurre en el Medio Oriente tiene impactos claros para Chile y los países que están abiertos al comercio global.

Como es de público conocimiento, los hutíes, un grupo terrorista alineado política y religiosamente con Irán, y que controla buena parte de Yemen, ha estado atacando con drones y misiles las embarcaciones que navegan por el Mar Rojo, lo que ya está teniendo un impacto en los costos de los fletes y seguros marítimos, o derechamente haciendo que ciertas navieras decidan no usar la ruta que atraviesa primero el Canal de Suez y posteriormente el Mar Rojo, saliendo por el Golfo de Adén.

La ruta recién mencionada fue desarrollada por los británicos y franceses en el siglo XIX para evitar tener que darse la vuelta por los Cabos de Buena Esperanza y la Punta del Cabo ubicados en Sudáfrica. La nueva ruta se tradujo en ahorros importantes en costos, pero principalmente en tiempos de navegación, algo muy valorado en una época en que no existía el transporte aéreo.

Los drones y misiles de los hutíes, o las acciones de piratería que se realizan desde Somalia están inhabilitando la ruta del Canal de Suez y están eliminado los beneficios que nos han traído por más de 150 años. En la misma forma en que la invasión rusa a Ucrania impactó el precio de los granos ayudando a gatillar la crisis económica del 2022, problemas en el Mar Rojo pueden afectar los costos del transporte marítimo global, el cual recién en el 2023 se recuperó de los problemas que sufrió en los años del Covid.

Dada la importancia que tienen las líneas de comunicaciones marítimas para el comercio global y el impacto que el problema del Mar Rojo está teniendo en precios, tiempos y en la logística, es que los Estados Unidos de Norteamérica y su aliado mas cercano, el Reino Unido, han tomado el toro por las astas y han ubicado fuerzas navales y aéreas en la zona para mantener el flujo por el Mar Rojo, eliminando las capacidades militares de quienes buscan frenar el tráfico marítimo o realizar acciones de piratería.

Los hutíes actúan por cuenta de Irán, y lo mismo otros que también la anda revolviendo. Excepto Egipto y Arabia Saudita, todos los otros países ubicados en el Mar Rojo y el Cuerno de África son Estados fallidos, situación que Irán aprovecha y utiliza en su beneficio, logrando comprar en ellos fuerzas mercenarias como es el caso de Somalia, Etiopía, Sudán y Yemen, país en el cual además se ubican sus aliados, los hutíes.

La pregunta que surge es por qué los Estados Unidos y el Reino Unido no toman acciones más severas con Irán, y la respuesta es que no quieren que el conflicto que arrancó en Gaza escale y se salga de control. Por ahora basta con buscar eliminar las capacidades de aquellos que actúan por cuenta de Irán y que tratan de parar el flujo de naves que usa el Mar Rojo y el Canal de Suez.

Lo anterior podría no ser tan grave si es que no estuvieran ocurriendo otras cosas a nivel mundial que afectan el tráfico marítimo. Por ello me refiero a la sequía que impacta al Canal de Panamá, canal que requiere de lluvia para mantener los niveles de agua necesarios para su operación. Al tener menos agua se limita el tonelaje de las naves que lo pueden usar y con ello tenemos el obvio impacto en costos y tiempos.

La situación de Panamá, de persistir, podría eventualmente significar que se vuelva a usar con mas intensidad el Estrecho de Magallanes, lo cual exigiría a Chile estar preparado para atender las necesidades de un tráfico marítimo mas intenso, como son los servicios que exigen las naves para navegar por aguas interiores y la logística que se pueda llegar a requerir.

Por de pronto, para Chile la situación del Mar Rojo se va a ver reflejada en el costo de los fletes marítimos, los tiempos de navegación y una logística más compleja, algo que no sólo nos afecta a nosotros, sino a todos los países abiertos al comercio global y dependientes del mar para sus exportaciones e importaciones, que en el caso nuestro superan el 90%.

La situación que se describe en esta columna es de tal importancia, que la semana pasada mereció titulares en el Economist y en otros importantes medios internacionales y locales. Todos destacan la importancia de las vías marítimas para el comercio internacional y la necesidad de mantenerlas abiertas y operativas. De lo contrario se tranca el mundo.

Chile depende en particular del Estrecho de Malaca, del Canal de Panamá y del Estrecho de Magallanes. Somos un país abierto al mundo al que le importa que el sistema funcione, pero no podemos esperar que sólo las marinas de los Estados Unidos y del Reino Unido hagan la pega.

Es por ello por lo que participamos en operaciones como RIMPAC, ejercicio que busca generar fuerzas navales para mantener el Océano Pacífico abierto y estable, desarrollamos capacidades de operar con las marinas de la OTAN y del Indo-Pacífico, y de mantenerse los problemas actuales, aparte de mantener 100% operativo el Estrecho de Magallanes, deberíamos enviar buques de nuestra escuadra a participar de los esfuerzos que se realizan en el Medio Oriente, y de ser necesario, a lugares tan remotos como el Mar del Sur de la China, el Estrecho de Malaca, o del Canal de Panamá. El principal rol de las marinas es mantener abiertas y operativas las líneas de comunicaciones marítimas que permiten que el comercio global funcione.

En conclusión, no sólo nos debe preocupar lo que hace el Presidente de la República en términos de Relaciones Exteriores, sino mas importante aún, tener claro que lo que pasa en un sistema marítimo interconectado nos afecta y, por ende, debemos ser parte de los esfuerzos que buscan asegurar que se mantenga en funcionamiento. (El Líbero)

Richard Kouyoumdjian