Esta semana de celebraciones del 18 de septiembre coincide con el año nuevo judío, Rosh Hashaná, festividad que representa el inicio de un nuevo ciclo y una nueva oportunidad para reflexionar sobre cómo estamos llevando adelante nuestras vidas. Estamos ante días de introspección que nos permiten dimensionar cuál es nuestra responsabilidad y nuestro rol, tanto desde una perspectiva individual como colectiva.
Así, para encarar con éxito un nuevo año, proyecto o la vida misma, debemos enmendar nuestros errores, potenciar nuestras virtudes, permanecer alertas y, siempre, recordar y honrar nuestra historia, que es la que nos ha hecho llegar a este lugar. Por ello, cada uno representa una pequeña parte del potencial de nuestro país, en momentos en que éste sigue inmerso en un complejo período de deterioro y decadencia.
Los últimos años han sido especialmente duros y el horizonte muchas veces nos parece esquivo o lleno de incertidumbre. El inmovilismo político, la falta de gobernanza, el deterioro de la economía nacional, el incremento de la delincuencia, en números y niveles de violencia, no nos dan tregua y como es natural, muchas veces se pierde la esperanza. Hemos sido testigos de la fragilidad institucional de Chile y de cómo nuestra democracia estuvo cerca de precipitarse a un abismo totalitario. Quizás aún no dimensionamos hasta qué punto nuestra libertad estuvo en peligro. Por lo mismo, el llamado en estas fechas es a no olvidar lo vivido a lo largo de tantas generaciones. Relevar el esfuerzo de quienes nos antecedieron, y aportar el nuestro para hacer de Chile un mejor país. Chile es historia, pero también es presente.
El escritor israelí Amos Oz, en su libro “El mismo mar” afirma que cada uno lleva en su interior a sus padres y a los padres de sus padres como “una muñeca rusa preñada hasta la última generación”. Por ello cada nueva generación es el resultado de las que le antecedieron y debe también asumir sus responsabilidades de cara al futuro. Las semillas que se siembran hoy darán su fruto en el mañana. Solo con esa mirada podemos pensar a Chile con sentido de trascendencia.
Hace algunos años, con ocasión de la Oración por Chile de la Comunidad Judía, uno de los rabinos presentes ilustró esta responsabilidad con una parábola extraída de los textos del Talmud. En ella, un hombre encuentra a un anciano plantando un árbol de algarrobo y le pregunta: “¿Cuándo dará frutos ese árbol?” y el anciano responde: “En setenta años más”. Perplejo ante la respuesta pregunta: “¿Y usted cree que realmente vivirá en setenta años?” a lo que el anciano sin inmutarse replica: “Cuando yo vine al mundo, encontré plantado un algarrobo con frutos. Así como mis antepasados plantaron para mí, yo planto para mis descendientes”.
Está en nuestras manos hacer de Chile un país con respeto, honestidad, pluralismo, y diversidad. Todos nadamos en el mismo mar. (La Tercera)
Gabriel Zaliasnik