El Niño golpeó la puerta y el cambio climático se tomó la...

El Niño golpeó la puerta y el cambio climático se tomó la casa

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Los expertos mundiales lo habían anunciado, pero pocos lo habíamos entendido, hasta ahora.  Todos ellos coinciden en que uno de los países más dañados por el cambio climático será Chile y su larga geografía y extensión entre un océano infinito y una prolongada y alta cordillera.  Ya conocemos de la Isoterma cero, del rio de agua gasificada que cruza el planeta y otras materias complejas vinculadas a esas estructuras que definen el incontrolable clima que se ha apoderado de nuestro país.

El aún incomprensible y contingente clima futuro obliga a un acuerdo entre los lideres del país, incluidos los de extremos políticos -que hoy son quienes tienen el mayor poder político-, entre el gobierno, los empresarios y los trabajadores, y, en fin, entre todos los chilenos de buena voluntad que sea posible. Hay que hacerlo usando una estrategia defensiva: reunir todos los recursos en torno a las estructuras productivas y sociales, en especial entre quienes más lo necesiten, para recibir al nuevo Niño que viene con la casa en mejores condiciones, porque tras cada una de sus impredecibles visitas, la casa quedará en peores condiciones, por lo que no hay que perder tiempo en prepararla oportunamente.

Chile, nuestra casa, es pequeña, una de las más pequeñas del mundo, un factor que aún no incorporamos culturalmente. Por ello, además de hacer bien las cosas, debemos tener presente que nuestro tamaño es una limitación estructural para un crecimiento superior y que esta restricción natural determina el modo de enfrentar las amenazas que vienen desde fuera de nuestras fronteras.

Nos obliga a ser una nación unida, y para lograrlo se requiere cuidar la convivencia.  Convivencia que es y será uno de los grandes pilares sobre los cuales se construirán acuerdos políticos, universitarios, gremiales, deportivos y de diversos tipos, para organizar nuestras fuerzas internas y enfrentar las poderosas nuevas amenazas externas y las calamidades que traen y que se suman a los ya tradicionales terremotos, que nos han obligado a ser un pueblo resiliente durante toda nuestra existencia.

No es lo mismo tener una gran cantidad de habitantes como Argentina, Colombia, Venezuela o Brasil, que una población como la de nuestro país, cuyo escaso volumen pone cuesta arriba todo lo que se debe hacer para echar a andar algún un cambio importante.  Si a eso se suman contrafuerzas poderosas, poco queda por hacer.

Hay que repetir los grandes acuerdos, como los liderados por esos dos estadistas con los que contó Chile, como fueron Patricio Aylwin y Ricardo Lagos, criticados duramente, como se acostumbra en Chile incluso entre los propios partidarios, pero que, junto con recuperar y consolidar la democracia y tranquilidad, terminaron con el trágico sino de país pobre que tuvimos por siglos.

Vivimos una realidad política pendular, totalmente diferente a ese tiempo anterior, en donde la política salta de un extremo al otro.  Primero ganó la izquierda militante, integrada por el Partido Comunista y el Frente Amplio, que convirtieron al Partido Socialista y al Partido por la Democracia en Centro Político, arrebatándoles su condición de partidos de izquierda.

Luego, acaba de ocurrir lo mismo en la derecha, en donde el Partido Republicano está arrebatando su condición de partido de derecha a Renovación Nacional y es posible que vaya de camino a hacer lo mismo con la Unión Demócrata Independiente.  Estos últimos, sin embargo, aún mantienen la traba de seguridad que está sosteniendo el proceso.

Pero el actual fenómeno pendular ocurre en tiempos del Niño, desorientando a lideres políticos o empresariales y es posible que también ocurra con otros importantes dirigentes del país.  Cuando eso sucede, la gente tiene tendencia a suspender sus decisiones, dejando que las cosas transcurran y esperando el resultado de lo que debería ocurrir.

No es tiempo para que ello suceda, el país se debilitaría en momentos en que necesita fortalecerse.  (Red NP)

Basilio Torres