El otro Piñera

El otro Piñera

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Es fácil pegarle a José Piñera. Es verdad que tiene un tono que no ayuda. Es un tipo inteligente y exigente. No busca agradar, ni encontrar amigos por todas partes. Por eso, puede ir a un programa de televisión y tirar el mantel. Decir cosas que nadie dice, como pedir respeto cuando se refieren a Pinochet. O comparar al sistema de pensiones con un Mercedes Benz. O decir que el modelo neoliberal salvó a Chile, contra todo lo que se nos hace creer hoy.

Sí, es fácil pegarle a José Piñera. Irrita a la izquierda, porque les desafía todas sus ideas, todo su discurso. Asusta a la derecha, porque dice las cosas como son, sin medias tintas, sin un sentido político, dirán algunos. En suma, aparece como el hombre incorrecto.

Pero, pese a todo lo que se diga, se trata de un tipo de personas necesarias para el debate. Decir que uno no está de acuerdo en todo lo que plantea, es una obviedad. No existe alguien que concite el consenso de todos. Decir que es un extremista ideológico, es otra obviedad. Todos saben que es un defensor acérrimo del modelo neoliberal. Él nunca lo ha escondido. Y no sólo cree en él, sino que con datos en manos demuestra los beneficios que ha traído para Chile. Por eso, si bien reconoce que todo es perfectible -otra obviedad-, no se compra la idea de que hay que partir de cero como se pretende ahora.

Por eso, no estoy de acuerdo en que José Piñera le haga mal a la derecha, ni a las supuestas pretensiones de su hermano, Sebastián, de volver a La Moneda. El expresidente dijo que en muchas cosas él pensaba distinto. Pero eso no tiene nada de malo. La Nueva Mayoría está plagada de personas que piensan distinto. Es casi un zoológico de ideologías y lo más bien que se instalaron en el poder. La derecha tiene que tener en mente eso. Aquí no sólo se trata de coquetear con el centro, también hay que conquistar al núcleo más duro. Para eso, hay que aceptar una cierta diversidad.

Pero, sobre todo, José Piñera entra en un buen momento al debate. Fue este gobierno el que puso la ideología en el centro de su acción, demonizando todo lo que se había realizado en las últimas décadas. Bueno, si esa va ser la discusión, lo que menos se puede pedir es que la hagamos en serio. Con ideas de todos los lados. Si lo que se pretende es cambiar Chile, desde la Constitución para abajo, entonces lo sano es tener voces firmes de todos los sectores. Esa es la esencia de la democracia.

La derecha ha sido muy pasiva en defender sus puntos en este tiempo. Como la gestión de este gobierno es muy mala, se ha concentrado nuevamente en aquello para ganar puntos. Quedarse ahí es un error. En parte, porque la gestión no es un patrimonio de la derecha. Varios gobiernos de la Concertación fueron muy buenos en aquello. El verdadero debate será ideológico. Eso es lo que está en juego hoy. Por eso, hay que entrar de lleno a él, porque las ideas de la derecha están desprestigiadas y hay argumentos sólidos para defenderlas. En suma, el desafío, el relato, es demostrar que el gran problema de Bachelet son sus ideas, su ideología, y que su mala gestión es sólo un resultado de aquello.

 

La Tercera/La Tercera

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