La semana pasada La Tercera publicó un completo reportaje de la historia del Metro con motivo de su aniversario número 50, y en una estupenda crónica de Oriana Fernández conocimos la historia del urbanista detrás de esta hazaña: don Juan Parrochia Beguin. La infografía de la nota mostraba a todo color el plan de Metro que diseñó Parrochia en 1969 y era increíble ver como incluía buena parte de la red operativa, las nuevas líneas en construcción e incluso la línea 7 que conectará Cerro Navia con Las Condes en 2025.
Además, Parrochia trabajó junto a Juan Honold en el primer plan regulador intercomunal que previó que ciudades “alejadas” como San Bernardo, Maipú y Puente Alto serían parte de Santiago, y diseñó un sistema vial para conectarlas, que se materializaría treinta años después mediante las concesiones. De ahí surgen Américo Vespucio, la Costanera Norte y Kennedy o el puente que une Tabancura con La Dehesa, que entonces era un pueblo de montaña. También plantearon la necesidad de tener centros en la periferia y los ubicaron en un mapa en medio de chacras. Hoy son el distrito Nueva Las Condes, la intermodal de La Cisterna o el Paradero 14 de La Florida.
¿Cómo pudo anticiparse tan bien a los requerimientos de la ciudad? Algunos creen fue un “visionario”, pero leyendo sus libros la respuesta es bastante más lógica y menos mesiánica. Parrochia manejaba mucha información y conocía Santiago como la palma de su mano. Previó su crecimiento porque participó directamente de éste, formulando propuestas para sacar a miles de familias de la miseria, en esa ciudad de los 60 tan idealizada por los urbanistas de las cosas simples como Jan Ghel.
Pero no se quedó en los dibujos. Se fue a trabajar al sector público y desde ahí luchó para concretar su plan. Dicen que se peleó con medio mundo y que inició las obras de Metro sin autorización, cansado de la indefinición de burócratas que querían medir hasta los pasos de la gente antes de mover una piedra.
¿Cómo sería Santiago sin su legado? Si usted viaja a Bogotá podrá tener una idea. Su alcalde Peñalosa tiene a ocho millones de habitantes sufriendo por su negativa a construir un Metro con tal de defender su fracasado Transmilenio. También puede ir a Lima y recorrer sus “conos” populares como San Juan de Lurigancho donde un millón de personas sufre de tacos infernales para cualquier mortal, salvo para los detractores de las autopistas que comen sushi en San Isidro.
Con Transantiago aprendimos a golpes que las ciudades no se planifican desde un escritorio. Juan Parrochia hizo lo contrario. Recorrió la ciudad, conversó con la gente, detectó sus necesidades y empujó proyectos que beneficiaron a millones de capitalinos. Fue un servidor público ejemplar. El padre del Santiago contemporáneo, al que le debemos mucho. (La Tercera)
Iván Poduje