El PC: un partido coherente

El PC: un partido coherente

Compartir

Intentaré dar respuesta a las interrogantes que planteaba ayer en este mismo espacio mi gran amigo David Gallagher respecto al Partido Comunista chileno, aunque sospecho que, más allá de su sutil ironía, las conoce mejor que yo. ¿Cree el PC en la libertad de expresión? ¿Cómo se relaciona con el tema de los derechos humanos? ¿Cuál es su posición frente al uso de la violencia?

Lo haré desde la perspectiva de una de las enseñanzas más vitales que dejó en mi vida Isaiah Berlin. Decía este magno profesor que las ideas importan; ellas influencian el comportamiento humano, afectan el desenvolvimiento de las sociedades y explican un aspecto esencial de los eventos históricos. En este contexto animaba a los intelectuales a asumir su responsabilidad de analizar y criticar las ideas que circulan, antes de que se transformen en consignas y lugares comunes e inflamen a las masas y así, contrarrestar el impacto perverso que algunas de ellas pueden tener sobre nuestras sociedades.

Pues bien, importa entonces entender cuáles son las ideas subyacentes al pensamiento comunista. El Partido Comunista chileno se define a sí mismo como marxista leninista, y esto no es un epíteto, sino una categoría política relevante. Siempre fue el partido más ortodoxo y más disciplinado a los dictados del politburó soviético y el único, fuera de esa órbita, que aplaudió las invasiones de Hungría en 1956 y de Checoslovaquia en 1968, cuando la mayoría de sus correligionarios europeos las repudiaron.

Para entender la posición del PC respecto de la libertad de expresión, los derechos humanos y la violencia es necesario comprender su relación con la democracia. ¿De qué habla el PC cuando habla de democracia? La teoría política y económica de Marx, su interpretación de la historia y la doctrina leninista ciertamente no contemplan una democracia liberal representativa como comúnmente es conocida en los países libres. Por el contrario, estiman que la democracia liberal es un instrumento de la burguesía, como clase dominante, para mantener su poder y explotar a los trabajadores. Por lo tanto, se busca transformar radicalmente las estructuras políticas y económicas existentes a través de la revolución y la construcción de una nueva sociedad comunista. Parte sustantiva de su ideario es la dictadura del proletariado, bajo la cual un sector de la sociedad, el partido de vanguardia, único capaz de ver ciertas realidades que la falta de conciencia de clases oculta a la mayoría de los ojos, debe adquirir la totalidad del poder político. Esta teoría ha llevado a que en la práctica empírica de los países que han aplicado esta ideología se han establecido partidos únicos y serias restricciones a la libertad y atropellos a los derechos humanos.

Ha pasado a ser un lugar común que el Partido Comunista demostró su compromiso con la vía pacífica durante la Unidad Popular, en comparación con sus pares socialistas, abiertamente comprometidos con la revolución violenta. Pues bien, esta es otra “verdad” que debe ser analizada con más rigor. Es cierto que la opción táctica privilegiada por dicho conglomerado fue la de conformar una mayoría para realizar los cambios por medio de una mezcla de instrumentos legales, otros basados en resquicios legales y una política de hechos consumados. Sin embargo, el PC nunca ha renunciado al uso de la violencia. Durante la dictadura su estrategia fue la resistencia armada, incluso con internación de armas, porque ello facilitaría el derrocamiento del modelo de desarrollo que la vía electoral no garantizaba; y hasta el día de hoy, en recientes congresos, ha reiterado la legitimidad de la vía armada y reconocido que el entrenamiento militar es parte de la formación de sus cuadros. En suma, el PC ha sido siempre un partido perfectamente consistente y coherente con las ideas que lo inspiran. (El Mercurio)

Lucía Santa Cruz