Cuando se distorsiona así la realidad, porque no hay precio, sino subsidio directo, hay dos discusiones. Una, la del estatismo ineficaz y predatorio. Esta discusión es la evidente, y se relaciona con el sentido y la responsabilidad de la autoridad en un futuro “Estado Social de Derecho”. La otra, la que destaco aquí, es la discusión sobre el financiamiento de la ideología política del gobierno de turno con cargo al fisco.
Hablar de “precio justo” acusa de manera implícita que los otros precios, los que cobra la empresa privada, son injustos. Eso, aunque imprudente, podría hacerse con algún grado de honestidad política, si el cobro fiscal, el llamado “precio justo”, guardara alguna relación con los costos asociados de producción y distribución del bien socializado, y los tiempos reales para amortizar costos de entrada. Pero cuando ese cobro no es comparable ni remotamente con un precio de mercado que refleje costos y tiempos (de entrada para la estatal, y de adaptación competitiva para los privados), salta a la vista que lo que se busca con la medida es matar dos pájaros de un tiro: además de estatizar el suministro, se ataca nuevamente la estatura ética del mercado y sus “precios injustos”, aunque esta vez con el dinero de todos los contribuyentes.
Fernanda García G.
Subdirectora ejecutiva Faro UDD
Francisco Orrego Bauzá