De las muchas elecciones que se desarrollaron el pasado fin de semana hay algunas que revisten particular interés desde el punto de vista político. En este grupo se encuentran las victorias y derrotas denominadas emblemáticas; los triunfos holgados de algunas figuras de lado y lado y también los efectos políticos de los resultados que dirimieron las disputas intestinas de una aún fragmentada oposición.
En el arco oficialista, en tanto, tal vez la principal noticia sea la contención de un escenario de debacle generalizado; el retroceso -tras varios ciclos al alza- de la presencia del PC (agudizado por la derrota en Santiago) y la mantención de una posición de “tablas”, aunque expectante, en lo que se refiere a liderazgos transversales y ordenadores para el siguiente ciclo electoral.
Así las cosas, las muchas preguntas sobre proyectos, liderazgos y estrategias de alianza para la centroizquierda no podrán ser resueltas de manera nítida con los cálculos poselectorales solamente y tendrán que construirse en base a análisis más pausados, complejos y con criterios más laboriosos que mágicos.
Para esta tarea muchos han puesto los ojos en el resultado de algunos alcaldes que, por su buen rendimiento y su potencial renovador, asoman como figuras con promisoria proyección para el sector. Sobre la figura -política y física- del reelecto edil de Maipú han corrido ríos de tinta y poco se puede agregar a este respecto más que destacar la madurez con la que el propio aludido ha tomado los piropos de la prensa, poniendo la pelota al piso y eludiendo que lo suyo sea el nacimiento de un presidenciable súbito.
Menos fulgurante pero aún más interesante, sin embargo, resulta la figura de otro joven alcalde: Claudio Castro. Reelecto por segunda vez con una votación impresionante (casi el 78% de los votos), Castro consolida, política y electoralmente, lo que por cifras ya había sido reconocido por diferentes actores locales e internacionales: la vigencia de la gestión, y las políticas públicas serias como palanca de acción social y política.
Haciendo gala de una gestión sobria pero contundente, Castro ya llegado a formar parte de proyectos como los “Champion Mayors” de la OCDE y ubicó a Renca dentro de la red de ciudades del BID; el proyecto Biodiverciudades de CAF y como la única comuna nacional en el proyecto de “Ciudades en Movimiento” del Departamento de Estado Norteamericano.
Y es que Renca ha progresado. Al observar los registros en salud, educación, conectividad, manejo de residuos, planificación y resiliencia, los indicadores son francamente impresionantes. Pero no solo eso, como lo ha destacado el propio alcalde en entrevistas recientes, el diseño de políticas públicas para Renca ha tenido en vista no solo el buen manejo de los recursos existentes sino estrategias activas de gestión para incrementar esos recursos, incorporando criterios de management propios del sector privado o de comunas de altos ingresos para competir por la atracción de inversiones, tributos, permisos, derechos y patentes.
En tiempos en los que probablemente se incrementarán las demandas del oficialismo por reapropiarse de las promesas de grandes transformaciones, indicando éstas como una cuestión de actitud, de emplazamiento a la derecha o al sector privado, vale la pena observar el buen rendimiento, político y electoral, que Castro ha obtenido con una receta mucho menos vociferante pero infinitamente más sostenible: convertir al progresismo en una experiencia de progreso, tangible para las personas y hacerlo en base a un trabajo serio, sobrio y ético. Ante la profusión de cónclaves que se viene, lo de Renca debería ser parte prioritaria en los casos de estudio. (La Tercera)
Camilo Feres