El rol del ministro de Hacienda-Guillermo Larraín

El rol del ministro de Hacienda-Guillermo Larraín

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Este fin de semana, José Antonio Guzmán, destacado empresario que fue el primer dirigente gremial que sin ambigüedad condenó las malas prácticas empresariales, planteó su desacuerdo con el ministro de Hacienda porque, según él, su rol debiera ser el de un “dique de contención de las reformas que impulsa el Ejecutivo. Ese era el rol que cumplieron los anteriores ministros de Hacienda, pero que ahora no vemos”.

Incomprensibles palabras de un dirigente destacado. ¿Cómo podría un ministro de Hacienda, elegido por ser de confianza de la Presidenta de la República, ser “dique de contención” de las reformas que ella misma prometió impulsar? Es incoherente como pensamiento. Además, es inconsecuente con una concepción democrática del ejercicio del poder. Si la Presidenta fue electa sobre una base programática que concitó una amplísima mayoría democrática, ¿sobre qué base de legitimidad podría este ministro de Hacienda —o cualquier otro— hacer algo distinto?

No es evidente que los ministros de Hacienda en el pasado hayan sido “diques de contención”. Quizás haya casos puntuales que alguien pueda interpretar de esa forma. Sin embargo, pensar que la razón de por qué hoy se plantean reformas que antes no estaban en el radar de los gobiernos es que los ministros de Hacienda eran “diques de contención” es simple como análisis.

Hay otras causas —de naturaleza diversa— que explican por qué reformas que hoy son posibles antes no lo eran. Veamos dos. Por un lado, no había mayorías parlamentarias suficientes en contextos de quórum supramayoritarios excesivos. Cuando la derecha tenía los votos, lograba vetar reformas que requerían 4/7 o más. Para avanzar, los ministros de Hacienda de la Concertación debieron negociar con la derecha para obtener su apoyo. ¿Qué llevó a la derecha, luego de ganar en 2010, a perder este apoyo crucial? La derecha no tiene respuesta, pero, sin duda, en parte es que Chile cambió, mientras que su visión del mundo y su oferta programática no lo hicieron.

En la Concertación existía benevolencia hacia las soluciones de mercado. Eran soluciones reputadas. Sin embargo, los excesos, que con tanta convicción critica José Antonio Guzmán, se encargaron de desacreditar parcialmente algunas de dichas soluciones. Ese capital se depreció. El sector empresarial debe darse cuenta de que el mercado es una herramienta poderosa, pero delicada: requiere confianza. Para ello, el Estado debe dar garantías a los distintos actores —trabajadores y consumidores, entre otros— de que sus intereses serán respetados. Todo esto parece ser indispensable en la etapa actual de desarrollo de Chile. (La Segunda)

 

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