El secuestro, una realidad que nos asedia

El secuestro, una realidad que nos asedia

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Lo que está ocurriendo en los países vecinos es alarmante y, sobre todo, preocupante. La ola de secuestros, que ha repuntado desde 2020, en Perú, Bolivia y Ecuador no es menor y los objetivos de los secuestradores nos demuestran que nosotros también estamos expuestos. Es un delito que, en menor medida, ya llegó a Chile, pero que no está muy lejos de repuntar como ya lo ha hecho en esas latitudes.

Hijos de empresarios mineros, los propios trabajadores de minas y ejecutivos, gerentes y colaboradores (de esas industrias o de otras) han sido algunos de los objetivos de estos criminales; esto según reseñas de distintos medios de comunicación. En algunos de los reportajes se mencionan a miembros del Tren de Aragua como perpetradores o copartícipes del hecho, y eso hace sentido, sobre todo cuando el alza y recurrencia coincide con la expansión de ellos en América del Sur.

Los conocedores del actuar de la mega banda venezolana advierten que uno de los giros (o vagones) de la organización es el secuestro y lo es porque constituye un delito cobarde y altamente rentable. ¿Por qué cobarde? Porque se trata de un crimen que expone poco al delincuente. Ellos tienen el control y entre varios someten a pocos en una circunstancia en la que víctima suele estar bastante vulnerable. Y, ¿por qué rentable?, pues porque el cobro del rescate suele ser suficiente para ganancias y financiamiento de, por lo menos, cinco secuestros más.

Además, hay que tomar en cuenta que el secuestro es un delito que puede perpetrarse en cualquier lugar: frente a la casa, a la salida de un colegio o universidad, camino a la faena u oficina o hasta dentro de ellas. La vulnerabilidad impulsa la oportunidad y ser, o no, vulnerables depende de nosotros mismos, de nadie más.

La cronología de la expansión del Tren de Aragua en América del Sur nos ha demostrado que no estamos blindados y que la violencia (y potencia) criminal de estos delincuentes también llegó a nuestro país, lo cual nos indica que la ola de secuestros también va a llegar, por eso debemos anticiparnos y la mejor forma de hacerlo es prepararnos para saber cómo prevenirlo.

Por otro lado, hay que tomar en cuenta el impacto que puede traer en nuestro círculo cercano y también en el empresarial si uno de los nuestros es secuestrado. No se trata sólo del dolor, el miedo, la impotencia y el estrés que trae consigo una situación como esta, que dicho sea de paso son de las cosas más importantes que debemos cuidar y evitar. No es fácil vivir y sobrevivir a un secuestro. Pero, también hay que pensar en el impacto económico que esta situación puede generar en todo sentido. Sabemos que es muy fuerte hablar de pérdidas y ralentización de los procesos, cuando es la vida la que puede estar en juego (esta estirpe de delincuentes no tiene respeto por nada). Sin embargo, hay que tener en cuenta que es una situación que no sólo derrumba cualquier atisbo de seguridad, sino que, además, afecta los procesos de una industria pues el activo más importante siempre serán sus trabajadores, sea cual sea el cargo que ostenten.

Así que la recomendación apunta a la prevención y esa pasa por aprender a protegernos. Hay métodos y formas que nos pueden ayudar a no ser secuestrables. (Red NP)

Gonzalo Cornejo

CEO de Insight Security