Este tratado se negoció entre 12 países: EE.UU., Canadá, México, Nueva Zelandia, Singapur, Australia, Brunei-Darussalam, Malasia, Perú, Vietnam, Japón y Chile. El acuerdo alcanzó los más altos estándares y principios en materia de integración regional. Para Chile, el acuerdo prometía una mayor apertura de las puertas hacia la región Asia-Pacífico.
Pero ocurrió lo inesperado. Al llegar Donald Trump a la Casa Blanca con su mensaje proteccionista, su primera decisión fue retirarse del TPP en enero de 2017 porque este, sostuvo, era inconveniente para EE.UU. y favorable a los otros 11 países firmantes.
Muchos pensaron que el TPP estaba muerto sin EE.UU. Así lo dijeron numerosos columnistas y editoriales en medios mundiales.
Pero los países que veíamos importantes beneficios en el acuerdo nos juntamos en Viña del Mar y decidimos seguir adelante sin Trump. Para ello renegociamos parte del acuerdo, removiendo 20 normas del tratado colocadas por EE.UU., la mayoría de ellas sobre propiedad intelectual.
Y procedimos a darle al ahora TPP11 un perfil progresista, potenciando los capítulos de género, pymes, anticorrupción, y respeto a las reglas ambientales y laborales, enfatizando elementos como la responsabilidad social empresarial, la identidad y la diversidad cultural, y los conocimientos tradicionales. Más aún, Chile, Canadá y Nueva Zelandia firmamos un protocolo lateral, comprometiéndonos a revisar y evaluar al cabo de tres años el TPP11 en estas materias sociales. En reconocimiento al liderazgo de Chile, el nuevo acuerdo se firmó en Santiago el 8 de marzo de 2018.
Para Chile, el TPP Sin Trump permite el acceso con rebajas arancelarias para miles de productos a mercados de Japón, Malasia, Canadá, Vietnam y México, que no se lograron en los tratados bilaterales existentes. A eso se agregó el acceso en materia de compras públicas a varios países. Más importante aún, el tratado abrió la posibilidad de establecer cadenas de valor entre los participantes.
Nada en el TPP11 limita la soberanía nacional para establecer regulaciones o implementar políticas públicas. De hecho, el TPP Sin Trump establece claramente el derecho a regular en beneficio del interés público.
El TPP11 no altera el estándar en materia de nuevos usos de fármacos tal cual está establecido en la Ley 19.039. Es decir, no es efectivo que subirían los precios de los remedios como consecuencia de la eventual ratificación del tratado. Tampoco hay nada nuevo en materia de solución de controversias inversionistas-Estado; y el TPP11 no contiene disposiciones que propendan a la expansión de los cultivos transgénicos, ni se alteran las obligaciones que Chile ya asumió hace tiempo respecto del derecho de los obtentores vegetales.
Hay quienes argumentan en contra del TPP Sin Trump por una ausencia de consulta a los pueblos indígenas, cuando durante los cinco años de negociación del TPP original nunca se planteó este tema, que países más progresistas que Chile en esta materia, como Nueva Zelandia y Canadá, no realizaron en sus respectivos procesos de ratificación del tratado ya completados. Cabe mencionar que durante el proceso de negociación en la administración pasada se llevaron a cabo más de cien reuniones con numerosos grupos de la sociedad civil para informar del curso de la negociación y escuchar sugerencias.
En virtud de su aislamiento, Chile no pudo negociar ningún tratado comercial (TLC) en dictadura; pero desde el retorno a la democracia, la aceleración de la apertura comercial ha sido un éxito y ahora Chile cuenta con 26 TLC con 65 países del mundo. El gobierno actual ha demorado un año en comenzar a esclarecer las dudas sobre el TPP11, dejándole, en el intertanto, el campo libre a quienes se oponen a él, y a los TLC en general. Ya es hora de que el gobierno construya alianzas para que este Tratado Sin Trump sea realidad, en contra del proteccionismo y a favor de la creación de empleos y más progreso en nuestro país. (El Mercurio)
Heraldo Muñoz