El triunfo republicano: el éxito y la cautela

El triunfo republicano: el éxito y la cautela

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Se suele decir que en materia electoral la maldición sobre los vencedores es ser echados a perder por el éxito; la de los derrotados es no saber leer lo que les pasó.

En la elección del 7 de mayo hay varios elementos de continuidad. Los partidos de izquierda (PC, Comunes, RD, Convergencia Social, FRVS, PL y PS) alcanzaron en la elección de diputados de 2021 un 27,9%; y el domingo pasado, el 28,6%, esto es, un aumento de 0,7 puntos. A su vez, los partidos de centro (PPD, PDC, PR) entre la de diputados de 2021 y las del domingo pasado bajaron de 9,8% a 9,0%, una caída de 0,8 puntos. Ni el centro ni la izquierda se desangraron en los comicios recientes.

En la derecha, en cambio, el Partido Republicano tuvo un resultado espectacular, donde subió 24,9 puntos entre la de diputados del 2021 y la del domingo. Además, el sistema electoral agregó a este éxito un plus no menor, pues convirtió su 35% de los votos en el 45% de los consejeros. La situación opuesta fue la del pacto Todo por Chile (PDC, PPD, PR), que con 9% de sufragios no obtuvo consejero alguno. Mejor suerte tuvo el pacto Unidad para Chile (PC, RD, PL, PS FRVS, Comunes, Convergencia Social), que con el 28% de los votos obtuvo el 31% del Consejo.

Volviendo a las cifras electorales, dado que la votación de la izquierda y el centro se mantuvo, ¿de dónde vinieron los 25 puntos de aumento del Partido Republicano? Ocho puntos vienen de la caída de la UDI, RN y PDG (solo Evópoli sube y lo hace en 1,3 puntos). Vale decir, solo un tercio del aumento del Partido Republicano es consecuencia de un trasvasije de la derecha más tradicional a su versión más radical. Resta, por tanto, dar cuenta de otros 17 puntos que no provienen del centro, ni de la izquierda, ni de la derecha tradicional.

La respuesta es que es el aporte de fuerzas que más allá de si estuvieron o no en la de diputados de 2021, esta vez no concursaron y que son la Lista del Pueblo, independientes, pueblos originarios y otros. ¿Quiénes son? Datos indican que los aumentos de votación del Partido Republicano tuvieron lugar en comunas de alta ruralidad; urbanas más pobres; con mayor actividad de iglesias evangélicas; mayor presencia de pueblos originarios; más afectadas por la inmigración, la violencia, la ausencia de orden público.

Algunos análisis del “progresismo” atribuyen esta derrota a un “vaciamiento” del centro (que acorde a las cifras no ocurrió) y sobre todo a un desplazamiento del electorado en el eje de izquierda/derecha. Creo que esta última dicotomía, más que explicar, confunde. De partida, porque esos dos tercios del aumento del Partido Republicano provienen de los sectores económicamente más desvalidos, vale decir, de aquellos grupos que la izquierda y el centro declaran, como una letanía, que ellos representan.

Algunos en el centro y la izquierda culparán de este “error” a las masas: no son los partidos los que se equivocan, sino los pobres, los que tienen una débil conciencia de clase. Y una vez más ofrecerán la que parece su única receta frente a la adversidad: ¡unidad! La más simple aritmética electoral indica que de lograr dividir al país en dos, la derecha unida habría obtenido 62,1% de los votos y la suma del centro y la izquierda un 37,6%, que el sistema electoral habría traducido en un mayor control del Consejo que el que las fuerzas triunfantes alcanzaron el 7-M.

A esta demanda de unidad la acompaña otra propuesta: la inmutabilidad o la radicalización del programa. Es difícil entender que a las comunidades rurales se vaya a llegar mejor con un discurso que se asocie a un debilitamiento de los símbolos nacionales; que a las comunas con mayor presencia evangélica les sea atractiva la prédica de políticas más permisivas en materia de aborto; que a las comunas acosadas por la violencia delictual y el narco, las vaya a convencer una política de desconfianza hacia las fuerzas policiales o una que sea vista como más permisiva frente a la inmigración descontrolada.

Vista la otra cara de la medalla, el error de los vencedores puede ser atribuir estabilidad al vuelco del 7-M, como si estuviera afirmado en un programa y sólidas convicciones políticas. Tal vez sea sensato —especialmente ante la negociación constitucional en curso— tener en mente la advertencia que ha hecho, en estos días, Noam Titelman de que “nuestra política nacional parece marcada por unos ciclos de euforia desbordada, seguidos de decepción fulminante”. Pero eso debiera ser parte de otro análisis. (El Mercurio)

Genaro Arriagada