Aunque hay ocho candidatos postulando a la presidencia de Chile y se han ofrecido opciones políticas inéditas, como aspirantes de ultraderecha, ultraizquierda y un bloque que supone una alternativa a los ya establecidos, lo cierto es que las elecciones presidenciales que este domingo 19 de noviembre decidirán el nombre de quien reemplazará a Michelle Bachelet en el sillón de O’Higgins no han logrado atraer mayormente la atención del electorado.
Sea porque las encuestas han mostrado con meridiana claridad que el derechista Sebastián Piñera ganará la primera vuelta con cierta holgura (aunque sin superar el 50 por ciento), sea porque la centroizquierda va dividida en cinco candidaturas o porque la apatía de los votantes poco a poco se convierte en un lugar común, la verdad es que Chile se juega mucho en estas votaciones.
Piñera ha dicho que, de ser elegido, echará atrás o cambiará reformas claves del Gobierno de Bachelet, como la reforma educacional y el aborto en tres causales. Se trata, al final, de dos concepciones distintas de ver la sociedad.
La fragmentación ha restado fuerza a las candidaturas de la centroizquierda (Alejandro Guillier, Beatriz Sánchez, Marco Enríquez-Ominami, Alejandro Navarro y Carolina Goic), quienes se ven ahora ante el desafío de unirse en una segunda vuelta para enfrentar como bloque a Piñera.
¿Será eso posible?
«Las posibilidades de reorganizar a la izquierda son directamente proporcionales a la distancia que separe a la primera y a la segunda mayoría. Si existe una distancia de más de 20 por ciento, la tentación de abandonar el barco va a ser muy fuerte», dice el académico de la Universidad de Santiago y magíster en ciencias políticas en la Universidad de Grenible-Alpes René Jara.
LA DIFÍCIL UNIDAD
Las encuestas auguran, si es que puede aún confiarse en ellas, que a segunda vuelta pasarán Piñera y el oficialista Alejandro Guillier. Dadas las polémicas suscitadas entre los candidatos de la centroizquierda, es dudoso que se consiga una unión monolítica tras la figura de Guillier, pese a las intenciones ya expresadas al respecto por candidatos como Enríquez-Ominami.
Ingrid Wehr, representante regional de la Fundación Heinrich Böll, cree que la fragmentación de este sector se debe a la deslegitimación que vivió la Concertación, hoy Nueva Mayoría, durante todos sus años de Gobierno tras el fin de la dictadura de Augusto Pinochet.
«Tanto Enríquez-Ominami como Navarro son voces disidentes que salieron de la coalición. La incapacidad de la Nueva Mayoría de llegar a un consenso para presentar una candidatura única es expresión del agotamiento de la coalición y sus crecientes tensiones internas», apunta la especialista alemana.
El académico de la Universidad de Chile y magíster en comunicación política Claudio Salinas piensa que para Guillier «el escenario es complejo, sobre todo porque varios de los candidatos han señalado que no lo apoyarán. Yo pienso que lo harán, aunque buscando negociar aspectos clave para integrar en el programa de la Nueva Mayoría».
Si bien es cierto que el Frente Amplio (FA), el movimiento de desencantados y grupos ajenos a la Nueva Mayoría fundado bajo el alero de exdirigentes estudiantiles, ha dicho que un eventual apoyo a Guillier dependerá de lo que decidan sus bases, ellos siguen apostando a que su candidata, Beatriz Sánchez, de alguna manera alcance la segunda vuelta.
Según un análisis interno del FA, si vota más del 50 por ciento del padrón electoral, las posibilidades de Sánchez aumentan. Salinas piensa parecido: si se amplía el universo de votantes, los cálculos de Piñera –obtener el 45 por ciento en primera vuelta– se desarman.
¿POR QUÉ VA PRIMERO?
Es curioso el fenómeno de Sebastián Piñera: va primero en las encuestas pero, al mismo tiempo, genera un elevado rechazo en la población: un 34 por ciento dice que jamás votaría por él, según diversos sondeos. Wehr recuerda que «el de Piñera fue uno de los gobiernos peor evaluados en la historia post-dictatorial. Quizás lo que más sorprende de su liderazgo es que una persona involucrada de alguna manera en más de una docena de casos de corrupción y colusión –desde financiamiento irregular por parte de SQM hasta negocios offshore dudosos– no vea afectada su evaluación por esto».
René Jara, por su parte, destaca que «la sensación de triunfalismo le puede pasar la cuenta a Piñera en esta segunda vuelta. Si bien corre con ventaja, pues desde hace meses se beneficia de ser el candidato con una mayor visibilidad mediática, hay factores que sólo se podrán apreciar el domingo 19 de noviembre. Por de pronto, cómo se manifiesta el alto rechazo que despierta su figura».
Hay otro factor que quien gobierne el país deberá tener en cuenta: la dispersión del nuevo Parlamento ante la entrada en vigor del sistema electoral proporcional, que augura el ingreso de nuevas fuerzas al Congreso.
«Puede ser un Congreso más fraccionado, pero tengo la impresión de que la UDI seguirá ocupando un lugar relevante, y que la Democracia Cristiana verá refrendar su caída como lo ha hecho en los últimos 15 años. Me parece que es una oportunidad para otras fuerzas de izquierda de entrar en el juego parlamentario y, de este modo, ser necesarias para llevar adelante otras propuestas», piensa Salinas. Por eso, además de la emoción de las presidenciales, este 19 de noviembre muchos ojos estarán puestos en las parlamentarias: lo que salga de allí dibujará el mapa sobre el que se asentará el Chile del período 2018-2022. (Por Diego Zúñiga, DW)