En su discurso pronunciado con motivo de la recepción del premio Nobel, Octavio Paz dijo: “Es el instante, ese pájaro que está en todas partes y en ninguna”. La idea, extraordinariamente desarrollada, es que el presente es un instante que se convierte en pasado sin que logremos atraparlo; porque, en el fondo, nada es permanente, hasta lo más seguro se nos escapa entre los dedos.
Hago este recuerdo, porque representa muy bien lo que es la política, una actividad en que todo triunfo es provisional, por ello se debe disfrutar cada momento de éxito al máximo, ya que no se sabe cuánto durará, ni cuándo volverá. Una semana es una eternidad en política, reza el viejo adagio.
La encuesta CEP marca un instante de triunfos y de derrotas. ¿Cuánto durarán? Nadie puede saberlo, pero la foto existe y, sin duda, movió el tablero. Vamos por partes.
El gobierno es el gran perdedor y, yo diría, muy especialmente la Presidenta Bachelet, cuya caída es mucho más profunda que sólo la causada por un desencanto con su persona o el efecto del caso Caval. Cualquier observador mínimamente objetivo debería asumir que aquí hay un problema estructural en el gobierno, en sus reformas, sus prioridades, estilo y lenguaje.
La desafección es total y se ve agravada por el hecho que no va acompañada de un incremento equivalente a esa caída por parte de la oposición, es evidente que el tercer actor extra sistema está creciendo a niveles preocupantes y hay una responsabilidad ineludible en el discurso anti modelo que vino desde el propio sector que lo aplicó por dos décadas. La Nueva Mayoría creyó que con esa demolición sacaba de la cancha a la derecha, sin darse cuenta que ellos eran percibidos como parte de lo mismo.
¿Qué dirigente político joven tiene la Nueva Mayoría, que pueda proyectarse para competir con Boric y Jackson en la próxima década? Ninguno. El legado político de Michelle Bachelet no puede ser más decepcionante: formó una coalición que está muerta antes de un período presidencial, encabeza un gobierno con los peores resultados de gestión desde la vuelta a la democracia, los peores índices de popularidad y promovió un conjunto de reformas que serán un lastre para Chile por décadas.
En la oposición hay un ganador claro: el ex Presidente Piñera, la cancha quedó absolutamente despejada para él, su más probable competidor –el Senador Ossandón- virtualmente no existe y cualquiera otro, literalmente, tampoco existe. Pero reconozcamos que la victoria, siendo muy importante, es frágil. Sólo un 14% manifiesta el deseo que él sea el próximo Presidente y una cantidad inmensamente mayoritaria no ha decidido por quién votará.
La cancha presidencial está completamente abierta, en cualquier momento podría entrar otro competidor que cambie este cuadro y el instante de triunfo convertirse en ese pájaro que está en todas partes y no está en ninguna.
El ex Presidente Lagos es el otro gran perdedor. Es evidente que no es competitivo con el ex Presidente Piñera y con eso es suficiente, se acabó. No hay ninguna fuerza gravitacional que atraiga a los distintos grupos en torno a su figura, siguiendo con la analogía de la física podríamos decir que la entropía (el desorden) sólo puede aumentar después de este resultado.
Si la Nueva Mayoría parecía muerta, el CEP extendió su certificado de defunción el viernes.
Alejandro Guillier es la figura emergente, el otro gran vencedor, el otro que tiene que disfrutar el instante. Pero su triunfo es aún más débil, aún más incierto, en cualquier momento puede desvanecerse. No tiene partido, el apoyo radical es insuficiente en todo sentido, sus campañas publicitarias del pasado le van a pasar la cuenta. Entró a las grandes ligas y ahí pegan fuerte.
Cuando yo era adolescente tenía un amigo que, para referirse a algunas jóvenes, decía: “tiene buen lejos”, queriendo señalar que su silueta era más atractiva que los rasgos de su rostro. Esta encuesta, al encumbrar a Guillier a la posición del político mejor evaluado, dejó acreditado que “tiene buen lejos”, pero ahora el país lo va a mirar de otra manera, el escrutinio será diferente, los espacios en los que tendrá que moverse serán mucho más exigentes.
La pregunta es, después de todo lo que viene, ¿tendrá también “buen cerca”?
Por último, la Democracia Cristiana vio desvanecerse su única opción de candidatura en coalición, la de Lagos. Un candidato presidencial DC del sector de Burgos, Walker, Mariana Aylwin y Martínez en primera vuelta es inevitable y con ella vendrá el quiebre de esa colectividad. No está de más recordar que cada vez que la DC se ha dividido han venido tiempos de crisis, desde sus orígenes ha sido un buen barómetro de la polarización que presagia la tormenta.
Triunfos y derrotas, un instante que define un cuadro esencial para anticipar lo que viene, pero un momento que mañana podemos descubrir que estuvo en todas partes y ya no está en ninguna. (El Líbero)
Gonzalo Cordero