Chile ha tenido un fuerte desarrollo en los últimos treinta años, que se expresa en un crecimiento económico, aumento del PIB per cápita, mejora en la cobertura sanitaria y educación, penetración de internet, disminución de la pobreza, extensión de la clase media y acceso a bienes y servicios antes impensados, creándose una nueva ciudadanía.
Sin embargo, ¿podemos hoy pensar que esta realidad socioeconómica será permanente?
El contexto económico actual (en materia de crecimiento, productividad, competitividad, empleo, confianza empresarial, crisis hídrica o judicialización de proyectos) y las bases estructurales que cimientan los sueños de desarrollo individuales y colectivos de los chilenos ya muestran evidentes brechas que profundizan una sensación de estancamiento e incertidumbre. Ello en medio de un escenario geopolítico y económico internacional cada vez más complejo.
¿Es posible pensar que un gobierno de simple mayoría pueda enfrentar este desafiante futuro? Difícil. Para ello se requiere avanzar hacia un gran pacto económico-social país que trascienda el gobierno de turno, supere medidas coyunturales-electorales de corto plazo, y establezca nuevos objetivos estratégicos multidimensionales de desarrollo sostenible.
Ya estamos en ese camino al impulsar una mesa de trabajo encabezada por nuestra senadora Ximena Rincón, con una amplia convocatoria a las pymes, los emprendedores, la academia, los trabajadores y empresarios, y las ONG ciudadanas ligadas al tema.
Una mesa que ha definido ciertos objetivos estratégicos de largo plazo (al menos una década de implementación). A saber:
1. Posicionar a Chile como una economía abierta, innovadora, competitiva, ecoeficiente y menos “commodity dependiente”.
2. Consolidar un Chile auténticamente inclusivo, cohesionado, que opere sobre una verdadera equidad social y de género, sobre la base del empleo, la educación, la prevención y la solidaridad.
3. Preservar nuestros recursos naturales y biodiversidad abordando una ordenación respetuosa y equilibrada del territorio, de las infraestructuras e industrias, de los equipamientos, de la vivienda y terminando con zonas de sacrificio.
4. Minimizar la dependencia energética frente a las energías de origen fósil y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y las consecuencias visibles del cambio climático: ello incluye una institucionalidad más robusta, además de incentivos tributarios para avanzar hacia una economía verde, y una penalización del delito medioambiental para elevar el costo de contaminar.
5. Desarrollar un modelo de movilidad integrada y sostenible que facilite la descentralización, vertebración en el interior del territorio y la conexión con el exterior en mejores condiciones de competitividad.
6. Desplegar una administración pública innovadora, eficiente, accesible, participativa y honesta, así como corporaciones privadas con modelos de gobiernos corporativos más transparentes y comprometidos con mejores prácticas en materia social, ambiental y de gobernanza propia.
Ahora solo queda moverse y trabajar de forma mancomunada sobre estos objetivos. Su concreción, sin embargo, implicará ciertos costos y sacrificios que debemos internalizar y socializar como país.
Entre ellos, vivir un cambio traumático en nuestra forma de trabajo y sindicalización y en un reemplazo de los procesos productivos tradicionales; en forzar nuevos estándares para la explotación de nuestros recursos naturales y la conversión a ciclos integrales de los productos; en abandonar consignas ideológicas en educación y generar mayor gasto privado y público para desarrollar nuevo conocimiento avanzado y competencias que nos permitan tomar ventaja frente a una cuarta revolución industrial en marcha; en reconocer humildemente nuestra pequeña dimensión como país para alcanzar niveles de cooperación con otros agentes en redes mundiales frente a nuevos fenómenos proteccionistas; en penalizar con decisión cualquier intento por preservar mercados poco competitivos, concentrados como antítesis de una libre competencia; en asumir pérdidas políticas si es necesario, a fin de salvaguardar la integridad de nuestras instituciones, modernizarlas y librarlas de la corrupción; en que nos decidamos a alterar una cultura cooptada por el excesivo consumo, endeudamiento, individualismo y preferencia hacia lo desechable; o en que quienes tenemos más, salgamos de nuestro metro cuadrado, aprendamos a desprendernos de más para que otros también puedan acceder a una jubilación, salud, educación o vivienda dignas.
Solo así podremos superar el estancamiento y temor a lo que se nos viene, dar gobernabilidad en la incertidumbre y hacer de Chile y los chilenos una sociedad de mujeres y hombres más inclusiva, innovadora, libre y dueña de su propio destino. (El Mercurio)
Fuad Chahin