En esta elección se reiteró el resultado de septiembre, por lo que ahora tenemos mayor certeza acerca del escenario en que nos encontramos. Triunfaron los republicanos y, de inmediato, todos los demás partidos los han acusado de ser una fuerza antidemocrática, pretendiendo una superioridad que elude autocríticas respecto de su desconexión con la base social del país.
Así se ha disimulado el hecho de que el Gobierno no reconozca haber sido derrotado, por lo que no pretende cambiar su rumbo, según han declarado diversas autoridades. Esto indica que las rectificaciones que ha impuesto la realidad, no han sido sino una táctica engañosa para continuar adelante con su propósito revolucionario. En su fuero interno, sigue mandando la ideología.
La ambigüedad y contradicción en su actuar generan desconfianza. Si a ello se suma que en las calles dominan los balazos, y las personas sienten la inseguridad al dejar sus casas (pareciera que agravada por la judicatura), no le resultará fácil conquistar la adhesión popular, más allá de su electorado duro. El Gobierno no es creíble cuando parece tener una postura contraria a la violencia.
Esto genera una reacción que buscó refugio en los republicanos. Su triunfo se basa en un conjunto heterogéneo de personas que claman por seguridad, antes que por otros postulados específicos de este partido. El complejo escenario dificulta pensar en las posturas intermedias de Chile Vamos y otros grupos. No hay espacio para el centro. Y no lo habrá mientras Apruebo Dignidad continúe inamovible en sus objetivos.
Paradójicamente, en el Consejo Constitucional la oposición quedó como gobierno, con todas las responsabilidades inherentes a ello. Y el Gobierno, como oposición obstructiva, lo que tradicionalmente les ha acomodado. Y, a la vez, en la política contingente, ambos continuarán como oposición y gobierno, respectivamente.
El electorado no es voluble y no hay tal péndulo. El problema radica en que los políticos no son estables y se dejan llevar por situaciones que, más allá de las apariencias, no son mayoritarias. No han sabido plantearse con liderazgo, dejando al país entregado a los desbordes de minorías. El octubrismo, ¿fue mayoritario? Simplemente no, a juzgar por lo sucedido después. Pero el mundo político fue cobarde y errático frente a ese fenómeno. Y así con los retiros, las AFP, la educación y tantos otros temas.
Requerimos de una conducción firme y estable mirando al futuro, para reunir al país con el mundo político. (El Mercurio)
Adolfo Ibáñez