En lo que va de estas pre elecciones presidenciales, y estando recién a fines de abril hay que reconocer que el abanico de candidatos que ha pululado es, no sólo abultado en nombres, sino que también en su sorpresivo pragmatismo.
Si hay algo que ha caracterizado al Partido Comunista a través de su historia es la concordancia de sus principios a través del tiempo. Los mismo postulados que Karl Marx planteó inicialmente ya sea a través de su libro estrella El Capital, cómo también en el Manifiesto Comunista, son los que han perpetuado con los años.
Es cierto que del siglo XVIII a estos días ha habido cambios lógicos: las nuevas tecnologías, los desafíos electorales y en especial la sobre información de los ciudadanos, han obligado a adaptarse a esta realidad; lo que me parece lógico y hasta una migración natural.
Sin embargo, una cosa es actualizar sus principios a los nuevos tiempos y otra muy distinta es renegar de ellos. Cuando uno ve la decisión (aún no confirmada) del Partido Comunista de apoyar a Alejandro Guillier, lo que observamos es lisa y llanamente hacer vista gorda de su manifiesto para transar principios por pragmatismo y cupos electorales.
El propio timonel PC, Guillermo Teillier, se da la licencia de plantear su preocupación por el “clima de desencuentro y dispersión que vive hoy la Nueva Mayoría”, siendo que ellos mismos han sido artífices -sin filtro- de parte importante de esos desencuentros, tanto con la DC, el ex presidente Lagos, y hasta con el Gobierno y la propia presidenta Bachelet. Basta recordar la reciente votación a la Ley de Educación y el pragmatismo comunista en el transcurso de la misma.
Evidentemente el PC por principios tiene mayor cercanía con la izquierda más dura, aquella que lleva a Beatriz Sánchez como candidata y no a la Nueva Mayoría que a grandes rasgos pretende perpetuar el establishment actual: con AFP, sin certeza en cómo se modificará el CAE y con la Democracia Cristiana dentro.
Llega a tanto esta adaptabilidad que el mismo que fue rostro de las Isapres, apoyado por empresas mineras y rostro de un canal privado de televisión, como es Alejandro Guillier, aparezca este fin de semana criticando a las “fuerzas voraces de las transnacionales que dilapidan nuestros recursos y explotan a nuestra gente”. ¿De qué estamos hablando? ¿qué quiso decir Guillier con eso? ¿El resurgimiento del modelo “bolivariano” de Chávez? O un guiño al PC y las fuerzas de izquierda que hoy le quitan votos con Beatriz Sánchez.
Parece extraño, pero Chile ya ha vivido episodios como éste. Sin ir más lejos fue el mismo Partido Radical -propulsor de la campaña de Guillier- quién por medio de su presidente González Videla proscribe en 1949 al Partico Comunista a través de la ley de Defensa de la Democracia o más comúnmente llamada “Ley Maldita”, o sea de principios… sólo quedó el pragmatismo.
Ahora, para tranquilidad de Guillier, no ha sido el único que ha “modificado” sus principios; semanas atrás el eterno candidato, Marco Enríquez-Ominami, nos habló que demostraría “todo lo que lo une con la DC”, la misma a la que no apoyó el año 2010 y que permitió el primero gobierno de derecha desde el retorno de la democracia, echando por la borda toda aquella verborrea de principios del PRO.
En paralelo reaparece Franco Parisi apoyado por agrupaciones evangélicas y con afirmaciones tan categóricas como irrisorias: “Nosotros no nos vendimos, no nos compraron. No nos vamos a vender y nadie nos va a comprar”, borrando con el codo todo lo planteado el 2013 donde por ejemplo defendía el matrimonio igualitario. Ergo, aquellos principios de hace cuatro años atrás se reemplazan por los de ahora.
Sólo me he concentrado en tres ejemplos, pero la realidad de un análisis exhaustivo es dolorosa, si uno se dedicase a hacer un estudio de contenido de los planteamientos de muchos de los candidatos, veríamos cómo han cambiado y no digo con ello que no puedan, es lógico que con el tiempo los actualice, refresque. A ningún candidato se le ocurriría prohibir el voto de la mujer, pero hasta el año 1949 no podían hacerlo en Chile, eso es modernizar sus principios. Lo que vemos ahora es reemplazarlos por algo que les acomode o peor aún, que acomode a sus electores. Bien decía Groucho Marx “Estos son mis principios, si no les gustan tengo otros”. (La Tercera)
Felipe Vergara