La malnutrición por deficiencia tiene un probado impacto en el rendimiento académico de los niños, pues reduce el número de sinapsis por neurona, pero con los años se ha logrado establecer que no sólo la falta de alimentos es lo que afecta a nivel cognitivo, sino que también el exceso de alimentos poco saludables, altos en grasas, azúcares, sal y calorías.
En Chile, un grupo de investigadores del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (Inta) de la U. de Chile, realizó un estudio con 678 estudiantes de 16 y 17 años (de nivel socioeconómico bajo a medio), a los que se les consultó qué elegían como colación para el colegio o la casa. Sus respuestas fueron después contrastadas con el puntaje obtenido por el promedio de sus notas de enseñanza media (NEM) para dar la PSU, lo que arrojó una diferencia de 40,1 puntos entre quienes elegían colaciones saludables (como frutas) y los que comían snacks hipercalóricos o altos en grasa (como frituras).
“Es una diferencia que permite entrar o no a la universidad”, dice Raquel Burrows, investigadora del Inta y líder del estudio, aun cuando, en general, el puntaje de ambos grupos fue bajo (530-490). “La diferencia es muy significativa, porque se trata del mismo nivel socioeconómico. Tienen acceso a peor calidad, pero entre ellos hay quienes eligen bien y otros peor. Los que comen mal tiene peores notas”, señala.
Azúcar contra el aprendizaje
Según explica la investigadora, la grasa y los azúcares contenidos principalmente en la comida chatarra, atraviesan la barrera cerebral e interfieren en el aprendizaje, además de ingresar en el hígado y de provocar enfermedades coronarias. “Un niño puede ser muy inteligente, pero si sus estructuras no funcionan bien, no va a rendir”, sostiene Burrows.
Eso ya se ha probado en animales, en los que se ve un deterioro rápido de las tareas basadas en el hipocampo, región del cerebro que se encarga de almacenar la memoria, entre otras funciones. Aunque los estudios en seres humanos son limitados, confirman que la dieta occidental afecta la memoria del hipocampo después de una exposición relativamente corta, plantea el estudio.
Burrows destaca que los niños más vulnerables requieren más que ninguno rendir bien en el colegio, porque hay que integrarlos al proceso de desarrollo país. “Eso significa educación de buena calidad, pero el día que la tengan deben estar biológicamente preparados para recibirla. Pueden ser inteligentes, pero el día que cambie la calidad, el efecto no va a ser el mismo”, enfatiza.
La investigadora cree que hay que utilizar estrategias de neuromarketing y persuasión para hacer que los productos nutritivos se vean bonitos, pero que además sean de bajo costo y ricos, características que hoy ostenta la comida chatarra.
Mary Guinn Delaney, asesora regional en Educación en Salud y VIH de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (Orealc/Unesco Santiago), indica que tanto la malnutrición por deficiencia como por exceso afectan el desarrollo cognitivo de los niños, niñas y adolescentes en la región. “Muchos países en la región llevan una doble carga, por ejemplo unas zonas rurales con deficiencia de micronutrientes, mientras en áreas urbanas se observan tasas de obesidad que van en aumento”, dice.
De acuerdo a Guinn, hay varios estudios en el mundo que han señalado una relación directa entre obesidad y el desempeño académico, mostrando que niños con sobrepeso y obesidad obtienen resultados inferiores de aprendizaje en algunas materias en comparación con los estudiantes de peso normal. “Las razones específicas por esta diferencia no se han explicado en detalle a nivel de la bioquímica, más clara es la evidencia de los estrechos vínculos entre la obesidad y sobrepeso, la imagen corporal y la salud mental de los jóvenes”, agrega. Problemas psicológicos como la depresión, la ansiedad, la autoagresión y trastornos de la alimentación, no son poco frecuentes entre jóvenes que experimentan rechazo o burla por su estado físico, concluye.
La Tercera/Agencias