Europa en aprietos

Europa en aprietos

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«¿A quién llamo si quiero hablar con Europa?», fue una pregunta impertinente que hizo Henry Kissinger en su época de secretario de Estado de Richard Nixon y que cayó pésimo en las capitales europeas. Ahora, quizás, podría respondérsele: «a Emmanuel Macron».

Al menos eso es lo que surge como resultado del llamado urgente del Presidente francés a preocuparse por las condiciones en que está la Unión Europea en vísperas del Brexit y de las cruciales elecciones de mayo para el europarlamento. Con Angela Merkel en modo de retirada -ya tiene una sucesora para mandar en su partido- y siendo ella una «líder muy local», como la ha calificado Kissinger con poca gentileza, Macron parece tratar de colocarse como el «salvador» de la UE, en momentos de desconcierto y zozobra sobre el futuro de la Unión.

El nuevo «renacimiento europeo» que avizora Macron -de quien Mr. K dijo, «me gusta su estilo, pero aún no sé si es un líder efectivo»- tiene que ver con dar un impulso no solo a la integración de sus miembros, en vista del Brexit, sino a responder a los temores de los ciudadanos, a sus expectativas, a contestar las preguntas e inquietudes que han hecho volcarse a grandes números de votantes a los partidos nacionalistas, con tendencias xenófobas en los diversos países europeos, y que ahora amenazan con obtener un buen número de escaños en la Eurocámara.

O sea, Macron no está haciendo demagogia, creo, ni está tratando de ocupar un espacio que ha quedado semivacío por la ausencia de grandes personalidades proeuropeas, como lo fueron, en su momento, Helmut Kohl o François Mitterrand. Macron busca reorientar los esfuerzos de unidad, desvirtuar los temores de la globalización y conjurar los fantasmas de nuevas crisis, tomando el timón para hacer cambios imprescindibles si quieren llegar a nuevas metas. Que lo logre es otro asunto, y que los otros líderes continentales estén de acuerdo con él, también.

Ubicado en el centro del espectro político y con las banderas de la UE al tope, Macron debe hacer un trabajo de contención de las oleadas populistas de derecha que, en Francia con Marine Le Pen, en Italia con Matteo Salvini, en Hungría con Viktor Orban o Jaroslaw Kaczynski en Polonia y los movimientos ascendentes de Alternativa para Alemania y Vox en España, podrían arrasar en Estrasburgo. Con ellos en el europarlamento (y, eventualmente, con otros de Gran Bretaña, si no se han retirado en mayo), buscarían quizás no deshacer la UE, sino cambiar drásticamente las bases y estructuras de la comunidad.

Macron no las tiene todas consigo, pero su convicción y vigor pueden hacer la diferencia para frenar esa oleada que podría destruir la gran obra que consolidó la paz después de la Segunda Guerra e hizo de Europa un actor imprescindible del sistema internacional multipolar imaginado por Kissinger. (El Mercurio)

Tamara Avetikian

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