El vínculo de Bruno Villalobos con Carabineros viene desde mucho antes que ingresara de la escuela matriz de la institución, en 1979. Forma parte de la promoción bautizada como “Escuadrón Centenario”, por los cien años de la Guerra del Pacífico, que todavía se reúne.
Su padre es coronel en retiro de la policía uniformada. Su madre fue profesora, igual que el actual diputado de la UDI, Jorge Ulloa, quien es amigo de la familia desde que vivían en Concepción, ciudad donde nacieron los hijos del actual general, uno de los cuales es médico en el Hospital de Carabineros. Apenas asumió, Villalobos aclaró en un encuentro con la prensa que no tuvo ninguna influencia en esta contratación.
Por su historia familiar con la institución y su formación en la rama de Orden y Seguridad, su nombramiento como general director, en agosto de 2015 (asumió en septiembre de ese año), fue visto como el regreso de la cohesión al interior de las filas, después que el cuerpo policial se quejara por sentirse “inhibido” durante las administraciones de Eduardo Gordon y de Gustavo González Jure, quienes enfrentaron respectivamente duras críticas de la ciudadanía por sus actuaciones tras las movilizaciones de 2011 y la agresión que dejó con riesgo vital al estudiante Rodrigo Avilés, en Valparaíso.
Para el cuerpo policial ahora llegaba un general con un carisma parecido al de José Bernales, muerto en 2008 después de un accidente aéreo en Panamá.
El carácter de Villalobos siempre ha sido una de las características más respetadas al interior de la institución. Habló fuerte en redes sociales después de la muerte del trabajador Eduardo Lara, el 21 de mayo del año pasado: “Basta ya de poner en tela de juicio a los carabineros. Nosotros ponemos el pecho a las piedras, las balas, los fierros y al final siempre encuentran un pero (…). Acá no falló la inteligencia policial…”, posteó.
Sus apariciones públicas reflejan, además, su carácter, un manejo político en diferentes frentes, con capacidad de causar efectos. Apareció en una foto colaborando con las cuadrillas que combatieron los incendios forestales en el verano de este año y durante el tradicional “Té de señoras”, en el último aniversario de la institución, se subió al escenario a cantar con Américo, invitado para la ocasión.
Poco después de confirmado el fraude, cuando recién se calculaba el robo en unos $11 mil millones, ordenó la baja inmediata de nueve oficiales e interpretó el sentimiento de los uniformados al quejarse por la actitud de la prensa. “No hagan un festín de la situación en la que estamos viviendo. Nosotros estamos en una crisis y lo hemos reconocido desde el primer día, pero eso no basta para que ustedes (los periodistas) hagan un festín de la situación que está viviendo Carabineros», expresó con tono golpeado.
EL RUIDO POLÍTICO
Estas expresiones son una muestra de cómo Villalobos ha mantenido el control de las aguas al interior de la institución. El problema lo tiene afuera: a nivel político, donde siempre se ha manejado con envidiable destreza, a pesar de los errores que ha cometido en otros momentos de su carrera.
Hasta el momento, da la impresión de que el general ha resistido bien las turbulencias, pese a que no son pocos los que piden su cabeza, incluso entre personas que lo conocieron bien cuando se encargaba de la seguridad de Bachelet y la acompañaba en todo momento, durante su primer Gobierno. El martes se instaló con fuerza el rumor de que la salida de Villalobos podía materializarse en cualquier momento.
En su habitual vocería, la ministra Paula Narváez fue consultada sobre la situación de la policía uniformada e insistió en su postura de no personalizar el conflicto en Villalobos, al tiempo que volvió a decir que “el alto mando” cuenta con el apoyo gubernamental. De todas maneras, los equipos de televisión se quedaron apostados hasta más tarde en La Moneda, aunque el anuncio finalmente no ocurrió.
En Palacio atribuyen los rumores a las declaraciones de integrantes de la comisión investigadora en la Cámara, como la del diputado DC Sergio Espejo, que pidió remover al alto mando. “Dado que el alto mando no renunció, dado que el general Villalobos no renunció, es el Gobierno el que debería pasarlos a retiro, y permitir que un equipo de oficiales que no estén involucrados, directa o indirectamente, en el caso, garanticen la implementación de las medidas que se están adoptando a raíz de este fraude”, señaló el parlamentario, vicepresidente de la DC.
Pero en el Gobierno creen que, si Villalobos deja su puesto, no será porque se lo pidan. Prefieren que la reestructuración en la entidad siga los plazos establecidos y la encabece alguien conocido. El fraude en Carabineros y el blindaje del que goza en Palacio, son –para algunas fuentes– un intenso dolor de cabeza, pero coinciden en que sería más fuerte la jaqueca el tener que rearmar el alto mando, pasando a Villalobos a retiro, en especial por ser poseedor, este oficial, de una de las cualidades que no todos tienen al interior del Ejecutivo: una lealtad férrea con Bachelet.
LA COFRADÍA PRESIDENCIAL
Si hay alguien conocido por la actual administración, ese es Bruno Villalobos. En 2005 fue Bachelet, entonces candidata, la que sugirió a Ricardo Lagos nombrar al general José Alejandro Bernales, con formación en inteligencia, como el nuevo general director de Carabineros.
Una vez en el puesto y con Bachelet ya en La Moneda, Bernales propuso a Villalobos –dada también su formación en inteligencia– para ser jefe del Departamento de Seguridad Presidencial. Además de esta vinculación por especialización, no son pocos los que encuentran similitudes entre él y el fallecido Bernales. Ambas familias son muy cercanas. Durante el funeral de “el general del Pueblo”, Villalobos obsequió a los hijos un rosario que pertenecía al carismático oficial.
En su nuevo puesto, a Villalobos le tocaba acompañar a la Jefa de Estado a todas partes y gestionar su seguridad en Chile y en el extranjero, en periodo laboral y en vacaciones, en La Moneda o en Cerro Castillo. Junto a su equipo profesional de escoltas uniformados, Villalobos, de civil, era su auténtico guardaespaldas. Un cargo para nada menor, porque en esta responsabilidad descansa la seguridad de quien ejerce la Presidencia de la República.
Dada esta cercanía, Villalobos comenzó a cultivar una estrecha relación de confianza y amistad con Bachelet, tanto o más que con la subsecretaria de Carabineros desde 2006, Javiera Blanco. Por esos años era común que, ante cualquier evento de complejidad para la Mandataria, aun no siendo materia de seguridad, se escuchara entre sus cercanos: “Llamen a Bruno, llamen a Bruno”. Pero esta suerte de privilegio, dado en buena parte por la naturaleza cotidiana de la labor de seguridad de Villalobos y también por la cercanía de la Presidenta con el mundo militar, no era exclusiva de él, sino de varios políticos amigos, con quienes conformaba un selecto grupo de amistades que accedía a sus momentos de distensión. Villalobos, más allá de labor institucional, pasó a cohabitar ese restringido espacio de poder. Una especie de cofradía.
Lo cierto es que, como pocos, el actual general director se ha mantenido hasta el día hoy dentro de este círculo que rodea a la Presidenta y del que han salido otros, fríamente, como el ex ministro Rodrigo Peñailillo, con el que tuvo gran cercanía en el primer mandato, o Juan Carvajal, ex director de la Secom.
El alto oficial de la policía uniformada, en cambio, es tan cercano como la ex ministra Javiera Blanco; la periodista Haydée Rojas; el sociólogo Pedro Güell, asesor del segundo piso de La Moneda; o María Angélica Álvarez, la «Jupi», con quienes comparte en un contexto no siempre ligado al trabajo diario en el Palacio de Gobierno, en un ambiente de cercanía afectiva.
Villalobos, sobre la base de su lealtad, ha ganado la confianza de la Presidenta, más que sus antecesores o cualquier funcionario policial. Por eso, una eventual salida del general sería un golpe al núcleo presidencial más cercano. Esta relación también ha generado que otros asesores y funcionarios políticos de La Moneda empiecen a criticar el excesivo “blindaje” hacia el policía.
INTELIGENCIA POLICIAL
Villalobos es, además de montañista y especialista en “evaluación de proyectos”, un cualificado oficial en inteligencia policial.
Fuera de esta experticia en asuntos de seguridad nacional, en las labores de inteligencia es en donde precisamente se han gestado varios de los errores de los cuales, pese al cuestionamiento de los mismos, ha salido ileso.
El primero es poco conocido. Data de 2002, cuando Carabineros recibió la información de que los militantes del FPMR Raúl Escobar y Pablo Muñoz estaban en la frontera de Brasil con Uruguay. Villalobos, en ese momento, era mayor de la Dipolcar. Después de disponer la estrategia encubierta para dar con los frentistas, Villalobos partió a Brasil, pero cuando estaba a punto de desarrollarse la operación, el destino de los buscados se filtró a la prensa y todo el trabajo de inteligencia se fue a la basura. Escobar y Muñoz lograron escapar y Villalobos se quedó de brazos cruzados en la frontera.
Pese a que para algunos entendidos este hecho constituye un error no menor para un oficial de inteligencia, ya que unos de los deberes es evitar la fuga de información para así proteger las operaciones, Villalobos, sin embargo, logró sortear con éxito las críticas y mantener el prestigio suficiente en el área, que le permitió, por ejemplo, participar en acciones en La Araucanía.
El momento en que Villalobos vio cercano su retiro, fue en el contexto del ascenso a general director de Eduardo Gordon, quien tenía otro sello y otras personas de confianza. Además Sebastián Piñera asumía el Gobierno y él estaba identificado como parte del estrecho círculo de Bachelet.
SOBREVIVIENDO A PIÑERA
En pleno Gobierno de Piñera, desde el departamento que dirigía se ejecutó la detención de 14 personas que fueron procesadas en el denominado “caso Bombas”, un triunfo del que se apropió mediáticamente el entonces fiscal de la Zona Sur, Alejandro Peña. Pero fue Peña también el que se llevó a cuestas el fracaso de la investigación cuando todos los imputados fueron absueltos por falta de pruebas. Paradójicamente, Peña hoy participa del estudio Far y Compañía, que defiende a algunos de los involucrados en el fraude de Carabineros, entre ellos el general Flavio Echeverría, etiquetado como el cabecilla de la organización y quien está, como parte de su estrategia defensa, traspasando responsabilidad en “otros” asuntos al general Villalobos.
Este aval con el que gozó al principio de las detenciones, justo en el momento en que los bombazos estallaban diariamente en Santiago, le sirvió para que la administración de Piñera lo blindara en 2011, cuando otro escándalo –casi olvidado– lo golpeó.
En dicha oportunidad, dos carabineros denunciaron, ante la comisión de Derechos Humanos de la Cámara, que el Departamento de Inteligencia, a cargo de Villalobos, había implementado un sistema de escuchas a políticos.
Villalobos llamó furioso al presidente de la comisión, el diputado DC Sergio Ojeda, para quejarse por haber recibido a los dos denunciantes. Los falangistas montaron en cólera y un grupo de diputados pidió su baja. El mismo sector que pide su renuncia ahora. Pero en ese momento, el proceso se cerró judicialmente, sin pruebas y resuelto como un montaje.
De todas formas, Villalobos dejó la Dirección de Inteligencia y en 2012 fue designado como jefe de Fronteras y Servicios Especiales. En este puesto, tampoco estaría exento de otra controversia.
En 2013, el Plan Frontera Norte, implementado entre Carabineros y el Ministerio del Interior, fue investigado por una serie de compras de material con sobreprecio. En este caso se logró acreditar que la responsabilidad fue de una oficial a cargo de las licitaciones. En este programa, por parte del Ministerio del Interior, el ex fiscal Alejandro Peña volvería a cruzarse con Villalobos.
El escándalo nuevamente no lo tocó y, en 2015, con Bachelet de vuelta en La Moneda, fue nombrado por esta general director de Carabineros de Chile.
La confianza entre ambos seguiría intacta, pero con una línea de crédito con ya pocos fondos, obligando a mirar un reemplazo. (El Mostrador)