Gobernar con el Congreso dividido, respondiendo a las expectativas

Gobernar con el Congreso dividido, respondiendo a las expectativas

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Al menos cuatro grandes riesgos identifican los analistas políticos de cara a la nueva administración. Quizás el más evidente, pero no el único, son las fuerzas que tensarán el Parlamento y exigirán acuerdos.

RIESGOS

La maraña del Congreso.- La composición del Congreso a partir de marzo quizás sea el riesgo más mencionado por los analistas, por cuanto determina la gobernanza del país. Por primera vez la coalición de centroderecha es mayoría relativa en ambas Cámaras (44,2% en el Senado y 47,1% en la Cámara), grafica Sebastián Sichel, pero –advierte- esa mayoría relativa obligará al Presidente electo a construir acuerdos para conseguir los quórum que requiere. «El duro dilema es saber con quiénes», acota. Para Javiera Arce, hay que observar quiénes serían sus votos «pivotes» para aprobar su programa.

Para los proyectos de quórum simple, Claudio Fuentes estima que podrá articular consensos con parte de la DC, pero en proyectos complejos que requieren quórum calificado, se necesitará una negociación mayor. «El debate será si acepta flexibilizar sus opciones de política en vistas de obtener resultados en el Congreso», acota, junto con mencionar que al Parlamento más polarizado se unirá una articulación social del Frente Amplio. Dado lo anterior, para Alvaro Bellolio es «fundamental» el rol del ministro Segpres. «La negociación con independientes, DC moderados, regionalistas y búsqueda de consensos nacionales es una tarea que necesita de alguien con mucho liderazgo, experiencia política y capacidad de generar los incentivos correctos», resalta. Para Marco Moreno, la fragmentación política en el Congreso se dará tanto por la composición de fuerzas representadas como por los nuevos actores.

Gobernar o gobernar.- Para Moreno, el principal reto será político, la gestión que realice para conseguir legitimidad y apoyo para sus propuestas. ¿Cuáles son los factores en contra? Un Congreso fragmentado, que complica los acuerdos. Sichel destaca que la oposición que tiene al frente es la más dura desde el regreso de la democracia. «El encandilamiento que ha provocado ya en actores como Girardi y Marcelo Díaz el Frente Amplio y la sensación de futuro político para la izquierda en ese nicho, harán que el diálogo sea sin interlocutores. La dureza de esa oposición y el maximalismo en el clima que creó el gobierno de Michele Bachelet serán un obstáculo si es incapaz de construir una agenda de reformas que sume y sea atractiva para los socialdemócratas y DC que quedan en el Congreso».

El desafío de Piñera, sostiene, es construir una mayoría cultural y respaldo ciudadano que impulse a los parlamentarios neutros o de oposición a apoyar los proyectos del gobierno. Ahí, el rol mediador que hagan frente a la opinión pública liderazgos moderados y de centro será clave.

Arce no se sorprendería si más de algún representante de la hasta ahora Nueva Mayoría se preste para oficiar de bisagra con la derecha. Tampoco será necesariamente fácil en su propio sector, pues –acota Sichel- deberá resolver un puzzle de difícil solución: dar equilibrio a sus partidos, que tienen fuerzas parlamentarias similares entre la UDI y RN, con Evópoli como el partido emergente que presionará por seguir creciendo y dar señales de apertura en dos sentidos: liderazgos presidenciales (Manuel José Ossandón, Felipe Kast y José Antonio Kast) y mundos políticos de centro que lo apoyaron y le permitieron romper la brecha histórica de la derecha.

«Deberá optar para no cometer el error de la NM: surfear entre actores irreconciliables. Y deberá aprender del camino de lo que fue la transición: para construir acuerdos donde se forman las grandes mayorías y no en los extremos. Y eso implica saber dejar a algunos fuera. Para Fuentes, otro riesgo es la propia personalidad del presidente Piñera, que tiende a cometer errores. Mantener una estrategia de contención de su personalidad será relevante para evitar caer en errores no forzados», señala.

La voz de la calle.- Como lo plantea Bellolio, es esperable que ciertos movimientos sociales busquen cambios a sus demandas mediante movilizaciones y protestas, «de manera de tratar de buscar en la calle lo que no lograron en las urnas».

Para Arce, el principal problema de Piñera precisamente es la «animadversión» que presenta en fuertes sectores sociales, estimando que grupos que se movilizarán serán la coordinadora No Más AFP, grupos de diversidad sexual y tal vez los estudiantes si ven afectados sus avances. «La magnitud de la derrota electoral que sufrió el nuevo relato de la izquierda, hará que su agenda se vuelque a la calle y no al Parlamento», advierte Sichel.

Ante esto, Fuentes afirma que el «manejo de la agenda política y legislativa es probablemente la mejor herramienta para el manejo de expectativas y el control de malestar ante potenciales movilizaciones, donde se espera que el sector haya aprendido lecciones».

«Tiempos mejores»: ¿un boomerang?.- Fuentes ve como otro riesgo la misma promesa de eficiencia y que «vienen tiempos mejores» de Piñera, pues depende de variables exógenas a la administración, como son el precio del cobre, el crecimiento económico mundial y la demanda por commodities.

A esto suma «evitar los errores de gestión de la primera administración y que temas de conflictos de interés emerjan en su equipo de gobierno».

Bellolio repara en la importancia de entender que «si bien se ganó la elección por una contundente mayoría, aún falta para lograr ser mayoría social y cultural». En ese sentido, y como se vio durante la segunda vuelta, propuestas graduales y moderadas fueron bastante bien recibidas por la ciudadanía, y en especial, por la clase media.

«Tomar ciertas banderas que representan al sector es clave para mantener el apoyo ciudadano en el país», sentencia. Según Sichel, una oposición fuerte y una mayoría parlamentaria débil, trasladará la viabilidad de la gestión del gobierno a su relación con la opinión pública. Esto conlleva a entender que su romance será permanente y deberá mostrar gestos que le permitan mantenerlo de manera constante a su favor. Su agenda estará marcada por proyectos que logren empatía con la ciudadanía. Hay que olvidarse de la centroderecha cuyo único foco es la satisfacción del mundo empresarial o la aprobación de la élite y empezar a pensar en un proyecto político que quiere permanecer más de cuatro años en La Moneda y necesita, por lo mismo, respaldo político ciudadano. El riesgo es que la presión social del primer año puede gatillar un nuevo síntoma «Barrancones» en que la satisfacción de las demandas trate de ser acallada con gesto populares pero riesgosos para la credibilidad política de la gestión y el control de las demandas de largo plazo.

OPORTUNIDADES

Gobierno de 8 años y recambio generacional.- Si hacen bien el trabajo, Javiera Arce considera altamente probable que la derecha permanezca a lo menos ocho años en el poder. De partida, señala, cuenta con equipos técnicos de «alta calidad» y la preparación –al menos de dos años- para desembarcar en La Moneda; y, en paralelo, rescatan Marco Moreno y Claudio Fuentes, el aprendizaje de la primera administración y la alta votación en la segunda vuelta presidencial, que representa un capital político significativo para iniciar la gestión.

De hecho, dice Sebastián Sichel, Piñera tiene la posibilidad de transformar un hecho electoral en un hito político, de hacer del apoyo de 54,58% el cimiento de una nueva coalición que dure más que su gobierno. «Cuatro años son el piso y no el techo», sugiere. Esto, agrega, requiere varias renuncias: saber gobernar hacia el futuro y no desde el pasado; segundo, instalar su hito fundacional no en los partidos de Chile Vamos, sino en el relato que le dará continuidad a su gestión: y eso no son los éxitos en su gestión, sino un mundo político que hace la batalla por la justicia y la libertad parte de su ethos. Y que transforma la Viena tecnocracia de la derecha, en una nueva épica política basada en la justicia».

También ve espacio para decir adiós al SI y el NO con la renovación de los liderazgos. «Si algo le ha sobrado a la historia política reciente son actores del dilema dictadura democracia que siguen vigentes en el sistema. Piñera puede ser quién jubile ese discurso y reinstalé el debate político en la agenda de futuro. Y eso requiere que este gobierno aproveche la oportunidad de instalar nuevos rostros y estilos de liderazgos», sostiene. Entre esos nuevos rostros, Arce destaca a Gonzalo Blumel, el elenco del CEP, algunos académicos de la UDP y de la UC, y varios otros como Lily Pérez, Andrea Molina y jóvenes rostros de la UDI.

Altura de estadista.- Para Arce, el Presidente electo enfrenta la «oportunidad de transformarse en un estadista de la talla de Michelle Bachelet y Ricardo Lagos, superando los errores cometidos -protocolares sobre todo-, durante su gobierno. La sociedad está agitada, y ante cualquier paso en falso, esto puede significar un retroceso. Las formas importan tanto como el fondo», dice.

En esta dimensión también ayudan el capital político derivado de la votación en el balotaje y el aprendizaje de la primera administración.

Para Sichel se trata de transformar el viejo debate izquierda-derecha en uno de República versus Populismo, de tal forma de «salir de las viejas derechas conservadoras y agraria y avanzar hacia un nuevo mundo liberal y socialdemócrata. La oportunidad de hacer propio la agenda de los derechos sociales y la inclusión, acompañada de la idea de la responsabilidad y el orden, es única en nuestro sistema democrático». En suma, como lo dice Fuente, «tiene la oportunidad de materializar una agenda de reformas que mejoren la calidad de vida de las personas». (DF)

 

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